Ensayo

El viaje a Grecia

Jean Móreas

22 octubre, 2010 02:00

Edición de Javier Vela. Pre-Textos. 125 pp., 18 e.


Como comenta en su prólogo al Viaje a Grecia su traductor y editor Javier Vela (dicho sea de entrada, esta edición es un modelo de buen hacer difícilmente superable) Moréas es un autor difícil de clasificar y con una evolución repartida en unas etapas muy definidas que van del simbolismo a lo Verlaine, que a su vez había nacido como revulsivo al decadentismo en boga, hasta el clasicismo más acérrimo en el que podría localizarse su libro más célebre, sus famosas Stances que comenzaron a publicarse en 1899 y que le convirtieron en una de las referencias ineludibles de la poesía en francés de finales de siglo.

Griego, pero de formación francesa, Moréas aglutina lo mejor de ambos mundos: el lirismo francés, su vaguedad y ambigüedad sentimental, y la blancura neutra y vitalista de los poetas griegos. Pero si resulta difícil clasificar a Moréas, no lo resulta menos clasificar este libro, publicado en 1902 en una exquisita edición de 500 ejemplares y en cuyas primeras páginas podía leerse la severa (y desatinada) profecía: "Esta edición jamás será reimpresa".

El viaje a Grecia de Moréas es una especie de silva de varia invención, un ensueño repartido en formas diversas que van desde el aforismo, pasando por la reinvención de la fábula, hasta el retrato, el ensayo y el poema en prosa. Moréas salta de una a otra como si la eficacia de la exposición de su viaje a Grecia fuera, en realidad, un fracaso en cada aproximación independiente, pero un éxito en la conjunción de todas esas formas en un mismo volumen. La obra fue redactada en un contexto de marcada atmósfera prebélica con el telón de fondo de las cruentas luchas contraturcas de finales del XIX. El universo de Moréas, que refiere en las primeras páginas de este volumen a ese ambiente cargado de tensión con títulos como "El motín", va deslizándose hacia un tono sentimental, ensoñado y concreto. El volumen se cierra con la que es, quizá, su parte más hermosa; el retrato de sus amigos poetas griegos y la reescritura de varias (misteriosísimas) leyendas. En los primeros el autor retrata a quien ama con la delicadeza del amante, en las segundas es como si describiera los contornos del misterio pero de una manera distante, con la gracia con la que se describe una leyenda cuyo significado, tal vez, nos sobrepasa tanto como nos describe.