El sueño tapiado
Lorenzo Contreras
23 mayo, 1999 02:00Su título -El sueño tapiado- ya ofrece esa rotunda negativa en su enunciado y anuncia un argumento de acción que intuimos abocada al fracaso. De hecho el ánimo del narrador que conduce el relato no oculta su tono pesimista mientras nos arrastra por la fábula de un peripatético personaje, del que se sirve para ofrecer su aventura como una farsa grotesca. Así podrán leerla quienes gusten de ficciones con un pie en la realidad más prosaica y el otro en la desatada imaginación de un autor que cuenta con brío y agilidad -aunque a veces se dilata en consideraciones que obstruyen el ritmo-. Y cuenta, desde el absurdo de situaciones rocambolescas subrayadas por la ironía de quien quiere dejar constancia de una crítica de veras, su particular versión de estos tiempos esbozados de promesas dirigidas hacia el siglo XXI. En él sitúa a su protagonista, en medio de una época que asiste con resignación "a la muerte de las ideologías".
Y no es que él, Daniel Garrote, un tipo sin más apelativos que la grisura de su puesto de funcionario y el poso de una labrada cultura libresca, esté llamado a ofrecer las soluciones de un mundo que no las busca. Lo suyo es obra de las circunstancias -que decía Ortega-, y las suyas van cambiando por inesperados golpes de la fortuna. Sólo eso explica que a sus cincuenta años, y tras una vida "sedentaria, vulgar e inútil", sienta "la llamada de lo excepcional" y parta "en busca de aventuras no escritas". Que a lo largo de esta nueva etapa de su vida le veamos comprometerse con el fervor de un grupo dispuesto a dar "respuesta revolucionaria" a la ausencia de respuestas de los grupos políticos dirigentes. Y que en poco tiempo, cambie de identidad y de aspecto para entrar, "sin historia...", en el sarao de la vida política. En esa corte sin milagros, causante del desaliento generalizado, de conspiraciones sin límite y de los males sociales que abanderan la incertidumbre y el desaliento, representan su papel burócratas y "mafias de cuello blanco", magistrados corruptos, "candidatos políticos sin ningún crédito..."
Ahí sufrirá Daniel Garrote el reverso de sus sueños de gloria, las calamidades de esas fatales circunstancias que le condujeron "de caballero andante a héroe trágico". Ahí verá que lo suyo no es madera de héroe, que su tragedia no es tragedia, sino esperpento. Ahí queda, pues, "una traducción distinta a la que dieron en su día Orwell y Huxley".