Novela

Querido primer novio

Zoe Valdés

9 enero, 2000 01:00

Planeta. Barcelona, 1999. 345 páginas, 2.400 pesetas

Un argumento escorado en el recurso de narrar la iniciación a la vida, al amor y al sexo, a ambas cosas y a todo lo que se sostiene en los verbos auxiliares del corazón.

Encantamiento y poesía y miedo y rabia y misterio y belleza singularizan el universo literario, rebosante de cubanía, de Zoé Valdés (La Habana, 1959). Así, como palabras sustantivas, sustanciales, nunca accidentales; y así, coordinadas a través de un enlace provocado por la lógica de una semántica de vivencias rotundas, de intensas connotaciones. Como sucede en los mundos creados por Lezama, Carpentier y otros escritores que vienen "de una isla que quiso construir el paraíso"... Y la narraron de lejos, desde las galerías de una memoria que cae de plano sobre ella y la reinventa mágica, irracional y mítica.

De ese modo, impregnado de estética lezamiana, de añoranza lírica e intimista, de sutiles y alegóricas fantasías, regresa la autora de La nada cotidiana. Con una novela brava, llena de zozobra y memoria estremecida, entreverada, como cada uno de sus libros (en verso o en prosa), de historia cubana. Aunque esta vez apostando por recursos de más difícil resolución narrativa, por lectores pacientes, dispuestos al disfrute de una prosa y un relato que defienden la madurez de su autora. La defienden no sólo ese estilo embebido de fantasía barroca aprendido en sus admirados mayores, o la fluida asimilación de motivos tomados del folklore y la tradición de su tierra, también el hondo tratamiento de motivos registrados en obras anteriores y, sobre todo, la seductora fórmula de hacer descansar el peso de la narración en un singular muestrario de voces mayestáticas.

Pertenecen a un singular muestrario de personajes fantásticos, o fantasmagóricos, milagreros y milagrosos; son voces humanizadas, capaces de transmitir con exquisita sensibilidad los matices de cada uno de los episodios narrados. Habla, irónico, "el tiempo de la ciudad", habla su "luz opaca", y hablan, con verborrea que a veces parece sueño, a veces duermevela, y a veces revelación, los habitantes naturales de una región habanera: "una maleta" que "emanaba olor a poesía persa", un árbol sentimental, testigo de excepción de la aventura que debía suceder y sucedió, un manantial, una "palma real", los espíritus que habitan ese paisaje, escenario de incidentes turbulentos, trágicos y cómicos... Tan reales, cada uno, como la realidad habanera en la que viven insertos, tan creíbles y con tal coherencia poética, que el plural punto de vista que a todos obedece se nos va descubriendo como el más acertado modo de prestar testimonio sobre la historia narrada.

Ellos toman y dejan la palabra y van alentando el tiempo discontinuo, de acciones que confluyen dentro de la memoria -y fuera de ella-, de los hechos que marcaron la vida de la mujer protagonista antes y después de tantas cartas extraviadas que comenzaban "querido primer novio", para que su madre no supiera y así "guardar secreto de esa relación distinta" entre dos mujeres que "se quieren de manera misteriosa". Pero eso fue hace mucho en la memoria de "Dánnae", mucho antes de que se amarrara a "la edad, a la familia, al trabajo, al dinero", a la ciudad y a la premura de su tiempo. Cuando partió por primera vez al campamento -"descuajeringado y decadente"- de las "escuelas al campo" y se inició en los misterios de la tierra. Entre el olor del tabaco y el sabor de la guayaba y el tomate; obedeciendo a la consigna poética, anunciadora de "algo insólito", que portaba su nombre. Y obedeciendo a la invitación de regresar allí, de soñar los travesaños de un tren y partir en él hacia atrás para poder seguir hacia adelante, regresa al lugar donde descubrió los primeros significados encontrados de una experiencia humana, de su experiencia cubana. ésta es la trama de esta "charada cubana", un argumento escorado en el recurso de narrar la iniciación a la vida, al amor y al sexo, a ambas cosas y a todo lo que se sostiene en los verbos auxiliares del corazón. Para, además, tratar del aprendizaje de los miedos, para hablar del poder y la intolerancia, sugerir que "una cosa es decir y otra vivir", y contraindicar todo aquello que acosa y acusa en la realidad.