La mujer de ninguna parte
Javier García Sánchez
24 mayo, 2000 02:00En primer lugar, hay cierta reducción en las obsesiones de Alicia, de la que destaca por encima de todo su "adicción física y sexual a Andrés" (pág. 394), que se extiende ocasional y compulsivamente a otros personajes. Esto limita mucho el perfil de un personaje que se presenta al comienzo como una estudiosa de la pintura -en especial de Vermeer- con una formación intelectual de la que cabía esperar un comportamiento y unos intereses de mayor amplitud. Por otra parte, el largo episodio de su relación con Andrés deja al personaje masculino desprovisto del ingenio y del atractivo intelectual que al principio parecía tener y reducido a las escuetas dimensiones de un individuo perverso y obsesionado por las formas más degradadas de la relación sexual. Hay también una tendencia excesiva a definir a los personajes en lugar de permitirles que actúen y que el lector deduzca los rasgos de su personalidad. Existe, en este sentido, demasiado control por parte del narrador, que propone unos caracteres sin que luego, en las conductas, se produzca una adecuada correspondencia con el perfil delineado previamente. Y hay, sobre todo, una falta de selección en las informaciones, un afán de decirlo todo, de explicarlo todo, de proporcionar datos cuya función no siempre resulta clara. La mujer... sería un logro más acabado si el autor hubiera podado la excesiva frondosidad de la escritura, que entorpece innecesariamente la historia.
Como no podía ser de otro modo, la prosa traduce esa manera torrencial de escribir. Hay pasajes poco afortunados: "Ojos taxativos, pero no déspotas. Graves, pero no hoscos. Serenos, pero no cariñosos" (p. 29). Y construcciones enrevesadas: "En proporción directa a que a la gente le parecían unos bichos encantadores, más los detestaba Alicia" (pág. 27). O bien "Sentía temor de nada y, en cambio, de aquello otro que quizá hubiese debido tenerlo, no lo hacía" (pág. 93). En ocasiones falla la propiedad semántica: "Percibió, al principio de modo efímero [...] y luego cada vez con más claridad..." (pág.94); "caricias que quiso haber proferido" (pág. 51).
También tropezamos con diversas construcciones rechazables: "el álgebra ajeno" (pág. 180); "el abundante agua" (pág. 222); "dentro suyo" (págs. 37, 205); "las antípodas" (págs. 13, 23); "en comparación a" (págs. 124, 259); "en relación a" (págs. 61, 83, 264). Otros descuidos afectan al significado léxico: "impávidos" por "indiferentes" (pag. 18), "amantes puntuales" (por "concretos", p.61), etc. El tratamiento lingöístico de la novela no se halla a la altura de su profundidad psicológica. Pero también la falta de selección ha repercutido negativamente en el conjunto, hasta erosionar una obra que poseía -y sigue poseyendo, a pesar de todo- un notable interés como retrato psicológico.