Novela

El daño

Sealtiel Alatriste

5 julio, 2000 02:00

Espasa Narrativa. Madrid, 2000. 180 páginas, 2.300 pesetas

El daño trata de las difíciles relaciones entre Kafka y su madre. Ésta es la preocupación del narrador que construye un relato inspirado en sus diarios y sus obras

No es ésta la primera novela que el mexicano Sealtiel Alatriste (nacido en 1949) publica en España. De las seis que ha escrito tan sólo Verdad de amor fue publicada por Ediciones del Bronce y Los desiertos del alma (1998) por la editorial Océano. Vinculado desde hace años al mundo de la edición en México (en la actualidad es director general de Alfaguara México), su actividad como narrador le ha llevado en sus dos últimas obras hacia un cierto intimismo. El daño se inspira en algunos aspectos de la biografía de Franz Kafka. El libro, incluso, se cierra con una cronología del autor praguense y la reproducción de fotografías de la ciudad en la época en la que éste residía, familiares, amigos y hasta de su médico. De hecho, pues, el libro debería calificarse de biografía novelada, aunque pese en ella más lo interpretativo (el subjetivismo del autor aplicado a las situaciones) que lo meramente factual. Utilizará, asimismo, textos y datos biográficos que publicó Max Brod, su íntimo amigo y editor, así como la biografía de Klaus Wagenbach, el mejor de los especialistas en Kafka, cuya traducción al español comentamos en estas páginas hace tan sólo unos meses y El otro proceso de Kafka, de Elias Canetti, que menciona.

El protagonista parece ser Kafka, aunque ello resultará un espejismo. En realidad, El daño trata de las difíciles relaciones entre Kafka y su madre. De hecho, ésta es la principal preocupación del narrador que construye un relato, reiterativo en ocasiones, inspirado en alusiones de los diarios del mismo Kafka o de sus relatos y novelas.

Las complejas relaciones se basan en aspectos de la tradición judaica, como el tema del Golem, que su madre le transmite oralmente, así como, durante algún tiempo, el intercambio mutuo de los sueños de ambos, que habrán de servirle a Kafka para configurar su mundo de pesadillas. El argumento de La metamorfosis, por ejemplo, procedería de una frase de su madre "-Que no muevas los brazos de esa manera; pareces un insecto- respondió la madre escondiendo el rostro entre las manos". El papel de las historias familiares, como la figura de su tío Otto, que se estableció en América, habría dado pie a su novela América. El conjunto de la obra de Kafka se sitúa, pues, en clave materna, incluida la atracción que ella sentirá por la música. Ante el cadáver de su hijo, en la soledad del cuarto, elaborará un monólogo interior en el que responsabilizará al hijo de haberla utilizado en su obra, aunque admitirá: "tus sueños eran el faro que iluminaba tu futura escritura". Le reprochará, sin embargo, que junto a su marido tuvieran que ir a Berlín para conocer a Felice, "el amor desgraciado", tan sólo para reflejarlo más tarde en la novela: "no justifico que nos hubieras engañado, aunque sólo ahora me doy cuenta, en todo lo que vale, de que en ti todo se redujo siempre a buscar una experiencia, si no literaria, que sirviera de base a tu literatura". Pero ¿no ocurre así en la mayor parte de la gran narrativa o de la poesía?

Max Brod aparecerá como una figura decisiva, pero desdibujada, en un segundo término, de igual modo que la figura del padre, sobre el que Kafka escribirá un texto fundamental. La tuberculosis, en cambio, cobra un papel relevante. No podía ser de otro modo, ya que la enfermedad justificará buena parte del pesimismo y del sentido de la obra del autor. Pero también la madre interiorizará, al ir leyendo sus libros, lo que llegará a describir como "nuestra obra". Esta figura femenina que se caracteriza por su "comprensión", aunque no por su "compasión", hubiera podido ser como Alatriste la observa no sin cierta crueldad. Frente a la desesperación del joven Kafka, según le cuenta Brod, lanza su veredicto: "Franz nunca ha aprendido el sentido del placer, de ningún placer". Pero advertirá paseando por el viejo cementerio judío aún más claramente: "Tuvo la revelación inesperada de que quizá no quería a Franz, que nunca lo había querido, o que su amor era, como el recuerdo por los muertos, una simple justificación de la añoranza. Lo suyo era piedad por un hombre que se muere, que agoniza destilando la vida y la muerte en el matraz de su enfermedad. Se puede traicionar el amor con piedad, se dijo, pero también se puede colaborar con su incomprensible voluntad". Novela de interpretación biográfica o relato psicológico, El daño pretende ser también una tesis de interpretación y la recuperación de un alma atormentada: la de su madre. Peca, en su brevedad, de reiteraciones, pero ha de resultar curiosa para los kafkianos, que somos legión.