Roger Wolfe: fundamentalmente poeta; rotundo nihilista; en verso y en prosa desafiante con las convenciones de la creación; audaz hasta el extremo en la construcción de metáforas que exhiben su visión cáustica de la realidad. ésa es la postura que atraviesa el significado de títulos como Días perdidos en los transportes públicos, Enredado en el fango, o Dios es un perro que nos mira, libro con el que inició la idea de un tríptico narrativo del que Fuera del tiempo y de la vida es la segunda entrega. Postura heredera -dicen- de Carver, Bukowski, Céline, de quienes, como él, con un estilo agitado, traducen desesperanza, desazón frente al mundo. ése es su caso y no se puede obviar que revela la actitud de un creador controvertido, difícil y lúcido. Y por eso mismo independiente, oscuro, y provocador.

Wolfe es mejor prosista que narrador. Así lo demuestra en este nuevo libro continuador de ese talante que repudia con más intensidad la semántica de conceptos que considera devastadores para la condición humana -poder, ambición, corrupción-, los que gobiernan la "absurda coherencia de la vida". Tal idea enhebra las páginas contenidas en esta ¿novela?, ¿cuaderno de bitácora?, ¿crónica de un derrumbe colectivo?, en cualquier caso audaz y lúcida narración alegórica sobre las consecuencias de un depravado uso del poder en un "Estado" imaginario, sitiado por el horror y la crueldad de las acciones promovidas por sus gobernantes. éstas, llevadas aquí hasta el extremo, hasta el histrionismo de una pesadilla hecha jirones que un lector avisado y tenaz debe recomponer, tienen un pie en la "penumbra emocional" desde la que intenta explicarse su narrador, protagonista y testigo de esa barbarie de la que un día fue cómplice y de la que ahora intenta despojarse a través del testimonio que va cuajando en su "cuaderno".

En él escribe un relato que parece hecho de retazos de escenas desfiguradas, de recortes de diálogos sobre los que avanza la acción, de secuencias que representan una visión apocalíptica ¿y desesperanzada? Queda la duda. Quizá -parece sugerir- la Historia recupere sentido si deja de suceder "fuera del tiempo y de la vida".