Image: Libro del mal amor

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Novela

Libro del mal amor

Fernando Iwasaki

30 mayo, 2001 02:00

RBA. Barcelona, 2001. 154 páginas, 2.250 pesetas

Hay que celebrar que a Fernando Iwasaki las mujeres le dieran en su infancia y juventud tantas calabazas, pues de lo contrario nos habríamos perdido esta obra maestra del mal amor y del buen humor. Iwasaki (Lima, 1961), que dirige la revista Renacimiento, se muestra más bien barroco, aunque amenísimo, en una prosa amiga de juegos de palabras y greguerías, como se observa en el mismo título de este libro o en el del último publicado, La caja de pan duro. Pero si las mujeres, como se ha dicho alguna vez, no se resisten a un hombre que sea capaz de hacerles reír, ¿cómo creer en el fracaso de Iwasaki? Diez mujeres que no conquistó reúne el autor en este libro delicioso, que se remonta a su infancia en Lima, se detiene en un centro de estudios, La Trena, donde fue profesor, y termina en una Sevilla cosmopolita, como becado para trabajar en el Archivo de Indias.

No conquistador, sino conquistable, enamoradizo, Iwasaki, como Zeus, se trasforma en lo que haga falta para llegar a ese beso que suele dar lugar a una relación amorosa con todas sus letras. Para enamorar a la niña de sus ojos será piadoso católico, revolucionario, patinador suicida, pareja de baile, mariachi, sefardita. Todo para acabar com- prendiendo por qué las mujeres jamás le harán caso: "porque siempre quise ser lo que no era o lo que nunca sería". Pero mientras tanto, la moral del joven Iwasaki está alta y espoleada por un sano sentido del humor. "Era la primera vez que me enamoraba de alguien después de haber sido rechazado", dice en el capítulo dedicado a Rebeca, "y eso me dio esperanzas porque lo peor ya había pasado". ¡Qué pronto aprendió Iwasaki que cuando una mujer te llama "buena gente" no vas a comerte una rosca! ¿Cómo reprocharle que fuera de flor en flor a quien el viento de la indiferencia ocultaba el néctar deseado? Qué suerte ser, así, tan adaptable a las circunstancias, tan variable: "me sentía tan enamorado que no me enamoré de nadie más mientras duró el trayecto del microbús".
Iwasaki se levanta después de cada caída, sin vergöenza ni amor propio. Amor propio "la verdad es que no tenía, porque ninguno de mis amores me había pertenecido". Iwasaki ha escrito un inteligente, agudo, brillante, hilarante en varios momentos y hermoso libro que nos convence de nuevo de que los mejores amores son los no alcanzados. Una preciosa "declaración de humor" de un hombre con gran "sentido del amor", por poner un ejemplo de sus constantes malabarismos verbales.