Image: Campos enteros llenos de flores

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Novela

Campos enteros llenos de flores

MARTÍN CASARIEGO

10 octubre, 2001 02:00

Muchnik Ed. Barcelona, 2001. 137 páginas, 2.700 pesetas

Me agradan los escritores que se enfrentan a la literatura como un reto formal. A ese espíritu responde la escritura de Martín Casariego, quien, a lo largo de su obra ha ensayado tanto un descarnado neonaturalismo como algunos ecos modernistas. Esa versatilidad siempre la pone al servicio de una indagación sobre los sentimientos. Su nuevo libro, Campos..., resulta muy revelador: con él da otra vuelta de tuerca a las emociones, en particular a las vivencias del amor, pero planteándose una forma narrativa especial, desconocida en su obra hasta ahora, original y eficaz.

Campos... está compuesto por nueve piezas de diferentes tonos y extensiones: oscilan del cuento más o menos convencional a la novela corta; predomina la narración en primera persona; y una de ellas, la última, adopta el molde epistolar. Todas se cierran con una misma rúbrica, la de un tal Máximo C., y con una fecha. La fecha sí cambia: se dilata entre el verano de 1940 y la primavera de 2001 y tiene jalones sucesivos en 1960, 1964, 1966, 1978 y 1982. El paréntesis en que figuran cada uno de estos años agrega la indicación "hacia". A modo de eje central, se coloca el texto que da título al libro y que lleva una datación precisa, "junio de 1968", sin "hacia". Otro cuento se remata con "publicado en 1991". Y aún nos queda por observar el último, fechado con la exactitud (17 de mayo) exigida por su carácter epistolar, pero que forma parte de una trama más compleja.

He gastado un párrafo en estas precisiones que revelan un minucioso cálculo del sistema compositivo de la obra porque es lo primero que debe aplaudirse. No se trata de un libro de cuentos al uso. Nos las habemos con una novela de estructura fracturada, compuesta por relatos que tienen independencia. No será un descubrimiento asombroso, pero sí que revela una postura autorial reflexiva tanto más valiosa cuanto que hoy muchas novelas se construyen sin pensarlo dos veces. Ese cuidado de la composición no indica una voluntad experimental; sólo descubre la búsqueda por parte de Casariego de un medio que potencie el tema -el amor- del que quiere hablar. Y lo hace con infrecuente acierto. Los textos serían trabajos inéditos de un escritor llamado Máximo C. Pero, a su vez, constituyen una especie de novela episódica sobre el citado escritor.

Este cálculo compositivo no quita nada a la fuerza comunicativa y emocional del libro. Las piezas resultan variadas en situaciones y enfoque al punto de que la descripción realista convive con ideaciones oníricas. El efecto global es muy meritorio, aunque no todas las piezas sean sobresalientes. Pero hay una que por sí sola justifica el libro entero, la última, certera mezcla de amenidad y hondura, verdaderamente magistral: en ella se despliega la historia de una Lolita y un cansado profesor de filosofía con riqueza de matices y penetración psicológica.