Lorenzo Silva, uno de los nombres más versátiles de la última literatura española -y también uno de los más premiados y aclamados por la crítica- escribió esta novela en treinta y cuatro días de un verano, utilizando sus vacaciones. Tal vez por eso la trama se contagió del ambiente estival en el que nacieron dos de los personajes más conocidos del autor, el sargento Rubén Bevilacqua y su ayudante, Virginia Chamorro, los mismos que años después protagonizarían la ficción que valió un premio Nadal, El alquimista impaciente.
En este caso, las investigaciones de la pareja se mueven en el entorno de los extranjeros que pasan sus vacaciones en un pueblo español y, en concreto, de una de ellas, Eva, cuyo cadáver aparece en el primer capítulo de la novela. El resto son ya rasgos habituales de la narrativa de Lorenzo Silva: buen manejo de la historia, dosificación de la intriga y un gran sentido del humor.