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Terapia
ARIEL DORFMAN
7 noviembre, 2001 01:00La situación le habrá de permitir la crítica de la globalización, de la explotación de los países subdesarrollados, del poder casi omnímodo del dinero. El tratamiento consiste en un psicodrama presentado como real, de un mes de duración al que se le permite, después, actuar en el mundo real que viene a ser la reproducción del imaginario. Ello le habrá permitido conocerse mejor y actuar sin las represiones que (herencia freudiana) arrastra desde la infancia: el suicidio materno. Pero la realidad en la que se inspiró el doctor Tolgate para construir la primera trama la descubre posteriormente el ya ex paciente y pretende actuar sobre ella. Será en esta segunda fase cuando descubra que se encuentra ante otra probable falsificación, otro montaje. Tal vez, tras la financiación de la clínica, se halle su competidor, un ser malvado, que quiere hacerse con el negocio. Quizá todo el montaje haya sido utilizado por su ex esposa para recuperarle.
El pesimismo que transmite la novela de Dorfman responde a la mentalidad que subyace en una condición humana a la que no se otorga esperanza. Pero el mecanismo reiterativo hace que Terapia resulte poco ágil, excesivamente abstracta, pese al despliegue de efectos narrativos. Parece la intelectualización de un programa televisivo reciente que ha conseguido notable audiencia, no sólo por la vulgaridad, sino por la tendencia innata al voyeurismo que poseemos, así como por los deseos, insatisfechos, de actuar sobre los demás en beneficio propio o por un mal entendido sentido de ayuda al prójimo: controlar destinos ajenos. Pero esta novela-psicodrama-ensayo, pese a su ambición, no conseguirá descubrirnos más que el conocido drama calderoniano. Y Graham Blake no es Segismundo.