Image: La mujer de mi hermano

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Novela

La mujer de mi hermano

Jaime Bayly

31 julio, 2002 02:00

Jaime Bayly. Foto: Mercedes Rodríguez

Planeta. Barcelona, 2002. 363 páginas, 18 euros

Pese a su juventud el novelista peruano Jaime Bayly (1965) debe calificarse de prolífico. Desde su novela No se lo digas a nadie (1994) ha publicado en España un libro al año -salvo en 1998-, además de practicar el periodismo en medios audiovisuales de su país, de Florida o Puerto Rico.

La mujer de mi hermano "engancha" al lector con los recursos de las fórmulas de comunicación más populares, entre la telenovela, el descaro sexual y la provocación social. Se trata de un triángulo amoroso y familiar. El narrador, desde la perspectiva de cada personaje, traza los diálogos -su mayor acierto- y, a la vez, transmite lo que piensa. El contraste ilumina el cinismo, el humor, la paradoja en la que transcurre una acción que no ofrece apenas novedades. La mujer de un joven banquero se enamora de su hermano bohemio y pintor. éste no tiene reparos morales en beneficiarse de las insatisfacciones de su cuñada. Todo ello transcurre en los ámbitos de la alta sociedad limeña; en un escenario reducido a la mansión de uno, el estudio del otro o el cementerio donde reposan los restos del padre.

Ninguno de los personajes ofrece una perspectiva moral simple. Ignacio, el mayor, el financiero, lleva diez años de matrimonio aburrido con Zoe, una bellísima mujer insatisfecha y a la que su marido es incapaz de darle hijos. Gonzalo es un artista que vive a costa de la familia, mujeriego, amoral y cobarde. Un incidente de homosexualidad en los comienzos de la adolescencia parece haber causado un trauma insalvable entre ambos hermanos. La inconsciencia de Zoe la llevará hasta abandonar el hogar familiar, pero descubrirá que está embarazada de su cuñado. Tal vez el desenlace resulte lo más original, dada la amoralidad del relato.

En un estilo casi telegráfico Bayly juega con el doble perspectivismo del relato: lo que se dice y lo que se piensa. Descubrimos que Gonzalo es tan inconsciente como aparenta. Tal vez Ignacio no sea tan bueno como parece, pero se comporta siempre con generosidad no exenta de un disimulado afán de venganza. Salvo las abundantes escenas explícitas de sexo, el esquema del relato no se aparta de los cánones del género. Bayly recuerda la voluntad narrativa de Manuel Puig. En las primeras páginas se traza el núcleo del problema, que hubiera podido resolverse, incluso, en la forma de relato corto. Pero Bayly ha optado por una mayor extensión y, en consecuencia, abundarán las repeticiones o incidentes de escaso relieve que hubieran resultado perfectamente prescindibles. Desde la pág. 8 sabemos que "Ignacio piensa que su hermano es un canalla. [...] También sabe que es encantador".

Todo está preparado para que se consume una tragicomedia en la que, a diferencia de la novela social, el banquero es más lúcido e inteligente, la mujer es una frívola que antepone el placer sexual a cualquier otro valor y el malo será el artista bohemio. Para aclarar bien la situación se establece un paralelismo entre los dos hermanos. Pero los personajes carecen de profundidad; sus problemas no escapan del mundo artificial diseñado, ni se muestran capaces de revelarnos una temática que escape al sexo o al placer. Porque la novela, como buen culebrón, acaba felizmente. Los ricos también lloran, pero en casas con gimnasios privados. Sus artistas utilizan el arte como un gancho para conquistas fáciles. Hay alguna reflexión sobre el arte que sólo puede darse si se es uno mismo "un tipo cínico, egoísta, sin preocupaciones morales, porque la única moral que yo acepto es [...] la que se subordina a mi placer". Pero eso ya lo sabíamos desde las primeras páginas.

La última novela de Bayly mantiene el tono semifestivo de sus obras anteriores. Han desaparecido ciertos rasgos autobiográficos, aunque el espacio social en el que se desarrolla resulte determinante. Provocativo en lo sexual, conservador en el fondo, La mujer de mi hermano no pasa de ser una divertida novela de "malas costumbres", teñida de rosa y con final feliz.