Image: La ciudad invisible

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Novela

La ciudad invisible

Edmundo Díaz Conde

5 septiembre, 2002 02:00

Edmundo Díaz Conde

Finalista del Premio Ateneo de Sevilla. Algaida. Sevilla, 2002. 289 páginas, 18 euros

Edmundo Díaz Conde, escritor gallego (Orense, 1966) que reside y trabaja en Sevilla, es autor de dos novelas que han sido destacadas en sendos premios literarios.

Con Jonás el estilita, la primera, ganadora del III premio de Novela Ciudad de Badajoz, trazó en clave fantástica una grotesca parodia y caricatura de la sociedad actual en sus manipulaciones mediáticas e intrigas políticas. Ahora, en La ciudad invisible, finalista del XXXIII premio Ateneo de Sevilla, profundiza en la misma fórmula de visión crítica de la realidad presente por medio de un relato fantástico que tiene mucho de parábola concebida para indagar en nuestras ansias y en la insatisfacción del ser humano, con la sempiterna soledad y el amor imposible como frustraciones más arraigadas en estos tiempos de mentira y realidades virtuales.

Podría decirse que La ciudad invisible encierra una fallida historia de amor contada en clave de ciencia ficción. La novela se desarrolla entre dos hecatombes producidas en Itálica. Dicha ciudad ve alterada su normalidad por los proyectos de un bioquímico de ideas anarquistas iluminado por la utopía de fabricar hombres justos. Para ello el científico Pompeyo Humanes empieza por contaminar las aguas con un producto que hace invisibles a sus habitantes. A partir de lo cual la vida en la ciudad, dominada por el ejército y cercada por un infranqueable telón láser, se torna disparatada y rocambolesca en una especie de anarquía vigilada en donde proliferan los desmanes, robos, saqueos y todo tipo de desórdenes. Hasta que un apocalíptico final descubre las dificultades de recuperar la normalidad de la vida ciudadana. Entre aquel fantástico comienzo y la incertidumbre final quedan expresadas las angustias de los itálicos en sus situaciones de soledad, injusticia y falta de verdadera libertad. Tales carencias se encarnan en el triángulo amoroso central formado por el alucinado científico, su hermano Humberto y la mujer amante de aquél y amada por éste. Berto es el narrador de la novela, planteada como unas memorias dedicadas a Vera para explicar lo sucedido y confesarle su amor más allá de las limitaciones de sus humanidades incorpóreas y de la locura colectiva que se ha adueñado de la ciudad. Con ello se ha urdido un divertimento novelesco que se lee bien por el ingenio e invención de situaciones fantásticas tejidas con enfoque paródico y caricaturesco de la realidad actual, defor- mada en múltiples aspectos reconocibles tanto en la sociedad española de hoy como en la desrealizada urbe de Itálica y su catedral con su torre almohade o giraldo. Pero también hay en el texto importantes deficiencias en errores que atentan contra la debida corrección morfosintáctica, en algunos diálogos insulsos que sólo sirven para engordar el relato (véase, por ejemplo, la primera mitad de la página 68), en el lastre acarreado por tópicos y lugares comunes y en ciertas caídas en una prosa vanamente artificiosa de esta naturaleza: "Ganamos la calle con la luminosa velocidad del viento" (pág. 122). Lo cual, sin embargo, no impide reconocer el interés de una intriga desarrollada con humor y brillantez en muchos momentos.