Image: El heredero

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Novela

El heredero

José María Merino

8 mayo, 2003 02:00

José María Merino. Foto: M.R.

Alfaguara. Madrid, 2003. 404 páginas, 18’50 euros

El mundo, para Merino, tiene una consistencia engañosa. La constatación empírica y el análisis racional invitan a la desconfianza. La existencia la captamos, un poco a la manera platónica, sólo a través de indicios de una realidad superior.

Lo mismo pasa a los seres humanos con su identidad, que se despliega como algo misterioso, difícil de abarcar y de definir.

Estas creencias las desarrolla Merino poniendo en juego una serie de asuntos, técnicas y perspectivas que colorean toda su escritura. En sus libros aparecen el enigma del doble, los límites de vida y literatura, la esquiva frontera entre realidad y sueño, la representación del mundo a través de relatos, las raíces de lo cotidiano en el mito... Estas preocupaciones tienen presencia continuada en su obra, pero debe subrayarse que reaparecen en El heredero con tal intensidad que convierten a esta novela en una especie de síntesis, e incluso broche, de su narrativa.

De ahí que El heredero se preste a una doble lectura. Un lector avisado encuentra datos que establecen un diálogo de especial intensidad con el autor y con su obra. El abuelo del narrador aglutina en sus apellidos, Villacé Souto, una alusión a Miguel, el protagonista de una trilogía de Merino centrada en la conquista americana, y otra al profesor Souto, una especie de heterónimo del mismo autor. Y parte de la acción está concebida como una crónica generacional de la promoción del 68 a la que pertenece el propio Merino.

Esta lectura cabal de El heredero no descarta otra más sencilla que no vaya en detrimento de su valor. En este nivel menos profundo se encuentra una fábula muy compleja pero de trazo claro. En resumen, cuenta cómo un joven decide su porvenir después de despejar las dudas sobre su personalidad. A esa determinación llega tras visitar la vieja casa familiar en los días finales de la abuela. El protagonista y narrador siente la vida como algo extraño, pero este reencuentro, y una variada indagación en su genealogía que se remonta hasta el XIX y se nutre de numerosos materiales (literarios, artísticos, históricos, sentimentales), le permiten marcarse el futuro.

Un fondo de pensamiento mágico impone un desenlace circular, cercano a la idea del eterno retorno. La historia del bisabuelo se repite más o menos en el narrador. En este punto, la trama resulta algo forzada, en la misma medida en que parece también un poco excesivo el sinvivir del protagonista. Creo que hubiera sido preferible suprimir toda la segunda parte, de hecho una novela corta casi con plena autonomía, dejando el final en una indefinición más sugestiva.

Merino demuestra una vez más sus extraordinarias dotes para construir un relato de múltiples planos y también su gusto por el artificio, relacionado con su afición a teorizar sobre la narración dentro del propio relato. De todos modos, su sofisticada técnica, desarrollada con absoluta perfección formal, es coherente con la visión del mundo que expone. Y el resultado, magnífico porque los valores emocionales y filosóficos conviven con una acentuada voluntad artística e intelectual. Aunque uno preferiría un mayor grado de naturalidad en la historia, El heredero es una gran novela, uno de los libros mejores de su autor. Amena y de mucho interés anecdótico, se atreve a plantear la ficción como un medio de conocimiento para descifrar los enigmas de nuestro mundo.