Image: Los días frágiles

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Novela

Los días frágiles

Carlos Pujol

9 octubre, 2003 02:00

Carlos Pujol. Foto: Quique García

Edhasa. Barcelona, 2003. 212 páginas, 15’36 euros

Carlos Pujol (Barcelona, 1936) es un auténtico lujo de las letras españolas. Con su polifacética labor interviene en todos los agentes del sistema literario español.

Y en todos lo ha hecho bien, como un verdadero hombre de letras, desde sus trabajos como asesor editorial y sus traducciones de clásicos franceses e ingleses hasta su propia creación literaria como ensayista y estudioso de importantes autores españoles y extranjeros, crítico literario, profesor de literatura y, lo que más nos interesa aquí, sus libros de poesía y sus novelas. Su trayectoria narrativa, que supera la media docena de novelas, no ha tenido el eco que se merece, aunque ha sido reconocida por la crítica más solvente, que ha visto en sus textos el hallazgo artístico de un planteamiento lúdico articulado con admirable combinación de parodia, ironía y humor, en una prosa cuidada con esmero.

También son éstas las mejores cualidades de su última novela. Los días frágiles muestra el desconcierto de un grupo heterogéneo de personajes en los días inmediatamente anteriores a la entrada de los alemanes en París durante la Segunda Guerra Mundial.

Como se explica en el párrafo final que cierra la lista de personajes reunidos en Dramatis Personae (incluso estas notas están llenas de gracia y humor), se trata de "gente que huye de París sin saber adónde va, vecinos que contemplan la desbandada", funcionarios, policías, tenderos, tipos desocupados, espías, agentes dobles, acaparadores en el mercado negro, miembros del gobierno, individuos sospechosos, "cínicos, aprovechados, estoicos, perplejos, víctimas y verdugos, clochards que piensan que todo aquel trajín no va con ellos" (pág. 209).

El mayor acierto de la novela radica en su modalización narrativa, que somete su planteamiento y desarrollo realista a la perspectiva de un joven exiliado español que cuenta los hechos y refleja las situaciones desde su limitado punto de vista. Este narrador en primera persona, que se ha cambiado el nombre de Paco por el de Maxime, conoce mucho menos de lo que podría saber un posible narrador omnisciente acerca de lo que pasa en la capital francesa. Y así el narrador va dando cuenta parcial, fragmentaria y trufada de ludismo, ironía y humor de las peripecias vividas por su variopinto grupo de amigos, compañeros y vecinos, entre los que surgen múltiples veleidades y flaquezas humanas. Por eso el autor ha querido rendir homenaje al gran novelista francés Stendhal y a su novela La Cartuja de Parma (pág. 60), cuyo protagonista comienza viviendo los dramáticos acontecimientos históricos de la batalla de Waterloo sin darse cuenta de la magnitud histórica de lo que está presenciando. He aquí la tradición en la que Pujol quiere situarse, y que consigue asimilar con la literatura de humor en esta novela. De ahí el reiterado tributo a Stendhal en más citas del texto, junto a las referencias a otros autores prodigadas con desenfado y fina ironía.

Los días frágiles constituye una novela cosmopolita que se lee con interés, ingeniosa y divertida, con una trama sostenida en el enredo y el juego literario, en la sorpresa del imprevisto cotidiano, en los disfraces y simulaciones de personajes con doble nombre y en la eficacia de unos diálogos fluidos y ajustados a cada escena a menudo desarrollada con aires de representación teatral. La ironía y el humor suavizan las supuestas situaciones de apuro, como esta advertencia de un personaje: "Cuando éste se haya ido cierra bien la puerta, las corrientes de aire germánicas son fatales" (pág. 173). O cuando una joven dice de su novio que "es muy bueno, un anarquista como Dios manda" (pág. 186). A veces el humor llega hasta el absurdo, cuando alguien aclara que "las cosas extrañas no se pueden explicar, ya no serían extrañas" (pág. 188). Y el mismo tono irónico e idéntica actitud narrativa de juego se prolongan en el capítulo final, con su cambio de perspectiva en la voz y la visión de otro narrador del mismo grupo, quien, tras una larga elipsis temporal, resume los destinos de aquellos personajes en la posguerra.