Image: La cuenta atrás

Image: La cuenta atrás

Novela

La cuenta atrás

Juan Bas

22 enero, 2004 01:00

Juan Bas. Foto: Pablo Viñas

Destino. Barcelona, 2004. 270 páginas, 18 euros

En los años 60 del pasado siglo, un levantador de pesos de Cestona, José Manuel Ibar, fue objeto de la codicia de unos especuladores ambiciosos que pretendieron convertirlo en boxeador.

La historia de José Manuel Ibar, Urtain, desconocida probablemente para muchos lectores jóvenes, es un ejemplo patético de esa clase de individuos que Summers llamó "juguetes rotos" en una estremecedora película documental: un ascenso veloz en el mundo del boxeo, proporcionado por una serie de espectaculares triunfos en combates ama- ñados, y un declive vertiginoso hacia el fracaso, la degradación y la miseria que culminó con el suicidio del antiguo levantador de pesos. El escritor bilbaíno Juan Bas ha aprovechado esta historia para contar la de un personaje de ficción, José Luis Arriola, un "Sansón de caserío" (pág. 90), conocido como Segalari, que tiene multitud de puntos en común con la figura del morrosko de Cestona. El autor se encarga de advertir que su obra "no es ni pretender ser una biografía encubierta de José Manuel Ibar, Urtain", pero reconoce que la novela "se nutre, y sólo en una parte minoritaria del total, de una libérrima adaptación de algunos aspectos públicamente conocidos de la vida del malogrado Urtain". A pesar de la cautela expresiva, lo cierto es que casi todos los motivos presentes en la novela proceden de la historia real, y que los cambios o las diferencias afectan a elementos accesorios del conjunto. Hay en estas páginas muy escasa invención, y es preciso buscar sus méritos posibles atendiendo tan sólo al tratamiento de la historia, a su organización en discurso narrativo o al relieve de la escritura.

Un Arriola de ciento treinta kilos, alcoholizado y convertido en "una especie de ballena varada o buey narcotizado" (pág. 17) contempla la calle desde el balcón de un piso décimo en San Sebastián de los Reyes. Desde allí rememorará su vida, su ascenso y su hundimiento, antes de lanzarse al vacío. La figura del personaje en el balcón al comienzo y al final delimita la narración retrospectiva de su existencia, que es el relato de una caída. De hecho, el escritor ha subrayado este rasgo con el artificio de numerar los capítulos al revés, en orden decreciente: el primero lleva el número 47 y el último, con la vuelta al balcón fatídico, el 1. Por otra parte, todos los capítulos se agrupan en partes cuyos títulos sugieren las distintas fases de un combate de boxeo que acaba en derrota, desde "Calentamiento", "Amago", "Finta" o "Ascenso" hasta "Caída", "Fondo" y "KO". La escritura participa de modalidades diversas. Hay capítulos -la mayoría- contados, de acuerdo con las pautas de la narrativa tradicional, por un narrador omnisciente y en tercera persona, mientras que otros, buscando la inmediatez, consisten en la supuesta transcripción de artículos de prensa o de retransmisiones radiofónicas, e incluso uno de ellos -el 23- tiene la forma de un guión para anuncio televisivo. El estilo de guión cinematográfico se halla también presente en los capítulos primero y último, así como en la determinación previa de la localización y del tiempo en que sucede cada escena. Y también, aunque tal vez el autor no lo haya pretendido, en el esquematismo de muchas partes de la novela, en el carácter estereotipado de algunos personajes, con actitudes y comportamientos previsibles, en la sensación que invade al lector de hallarse ante un déjà vu, no porque se cuente algo que, en líneas generales, coincide con una realidad que existió, sino porque hay por medio numerosas películas con problemas y tipos muy semejantes que inevitablemente se interponen en el recuerdo y rebajan la novedad del texto.

Juan Bas ha escrito una novela estimable -aunque su fuerza literaria se encuentre por debajo de su obra anterior, Alacranes en su tinta-, pero cabe esperar más de sus posibilidades y menos caídas en expresiones inertes, como "desde la más tierna infancia" (pág. 62) o "el plato fuerte del programa" (pág. 99) que convendría desterrar de cualquier obra con pretensión artística.