Image: Rosas para Gabriela

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Novela

Rosas para Gabriela

Xosé A. Perozo

29 abril, 2004 02:00

Xosé A. Perozo. Foto: M.M.

De la Luna Libros. Mérida, 2004. 216 páginas, 12’98 euros

Xosé A. Perozo, periodista y escritor extremeño (Llerena, 1951) residente en Galicia desde los años 70, autor de una treintena de libros en castellano y en gallego, entre los que destaca su novela Martázul, ganadora del premio Blanco Amor en 2001, ha reunido en Rosas para Gabriela los avatares de una familia extremeña a lo largo del siglo XX, desde los bisabuelos y abuelos agricultores y artesanos hasta el narrador y su primogénita, la primera de la familia que puede cursar una carrera universitaria.

La novela, compuesta en capítulos de corta extensión, lo cual se aprovecha para aligerar la historia con frecuentes elipsis y retrospecciones temporales, está contada por Diego Lancharro, nacido el mismo año que el autor y primogénito del padre emigrante de Llerena a Madrid, donde la familia acaba triunfando con una cadena de locales especializados en churros y patatas fritas. Su relato está construido en forma de larga carta que el narrador en primera persona escribe para transmitir la memoria familiar a su hija universitaria, Gabriela, a quien van destinadas también las rosas del título. Por eso el comienzo y el final de la narración son idénticos. Diego Lancharro deja a su hija en la Universidad un día de otoño de 1997, se propone escribir su memoria familiar para su primogénita y se toma el día libre para hacerlo.

Hay, pues, una larga retrospección temporal desde 1997 hasta los albores del siglo XX para recordar la dilatada historia familiar de sus antepasados hortelanos, artesanos y humildes tenderos en Llerena, su identificación con la tierra, su dramática lucha por sobrevivir en los días trágicos de la Guerra Civil y su dolorosa renuncia al lugar de sus orígenes para salir adelante en la emigración. Quizás hubiera sido necesario aumentar el relato con más páginas para dar cuenta cabal de una historia familiar que se extiende por todo un siglo. Por eso los dos tercios primeros de la novela son mejores, por su mayor pulso narrativo, su mejor caracterización de los personajes en unos recios antepasados que derramaron tesón y sabiduría popular. En cambio el último tercio del relato resulta más elíptico, sin duda porque el narrador lo da por sabido.

La historia de esta familia extremeña que tiene que emigrar para salir adelante y algún día volver y recuperar lo que era suyo -y algo más- representa una parte fundamental de la historia de España. Hay autenticidad y una fuerte implicación autorial en la narración de Lancharro. Y el resultado final es positivo por la emoción y riqueza de sentimientos de un relato conmovedor.