Las películas de mi vida
Alberto Fuguet
13 mayo, 2004 02:00Alberto Fuguet. Foto: Carlos Barajas
La bibliografía sobre cine y literatura resulta abrumadora. El cine vampirizó lo literario, aunque parece que últimamente se están invir- tiendo los papeles y la novela de Alberto Fuguet viene a confirmar que la novela es quien ahora se nutre o inspira en el Séptimo Arte.Quien hojee el libro puede confundirse, porque el autor, que ha publicado tres novelas -Mala onda (1991), Por favor, rebobinar (1998) y Tinta roja (1996)-, además de cuentos y guiones, reproduce, en forma de viñetas -fichas técnicas- cada uno de los filmes que determinan el desarrollo del relato: la existencia del protagonista. Las películas de mi vida es una novela de estructura abierta, inspirada en el conflicto de dos mentalidades, la estadounidense y la chilena.
La historia del sismólogo Beltrán Soler cabe entenderla también como una saga familiar, pues el verdadero motor narrativo es la memoria. Pero la deliberada pérdida de vuelos a Japón, en el aeropuerto de Los ángeles, acabará llevando a este científico a asistir al entierro de su abuelo y a reconciliarse con su padre.
El núcleo del relato -formalmente próximo al guión de cine- comienza cuando conoce en un avión a una muchacha con la que habla del cine de su infancia y eso le lleva a trazar el balance de su vida. La infancia del protagonista se desarrolla en Los ángeles. Los hermanos Beltrán y Manuela se forman en inglés (de ahí el uso y abuso de términos y frases que salpican el texto), del mismo modo que el protagonista remitirá por mail a su ex compañera de viaje el texto que conforma una existencia en la que el cine se convierte en un espejo. Los argumentos de las películas se combinan con la existencia de los personajes y los objetos cotidianos. Los tiempos son diversos, y van desde 1960 a 1978 o al presente. Es excelente el episodio en el que, ya adolescente, sirve de apoyo a su madre y la acompaña a que le practiquen un aborto (págs. 308 y 326). Eficaz es la perspectiva del Chile de la dictadura observada por el niño (pág. 214) y la discriminación contra los hispanos en los EE. UU., cuando los Soler pretenden no serlo. Fuguet, además, logra vincular la dispersión familiar con los terremotos. Y no podía faltar la casa patriarcal con su piscina, que acaba resquebrajándose por los efectos sísmicos. Símbolo de un relato que pretende esquivar lo mágico a través de las vivencias cinematográficas, siempre se nos ofrecerá algún detalle de los numerosos filmes citados. La mezcla de chileno- castellano e inglés refuerza el sentido dual de lo escrito. No siempre convincente, escapa del tópico y permite una vía experimental que merece la lectura.