Viaje por las ramas
Román Piña
1 julio, 2004 02:00Román Piña. Foto: Archivo
Hay libros que no son lo que parecen ni está en ellos la intención de ser o parecer lo que no son. Que deberían venir con un prospecto, vaya, no tanto por las indicaciones o contraindicaciones que se deriven de uso, como por la reacción de desconcierto que provocan en el usuario.A este le ocurre algo así. Puede parecer un libro de viajes, y la intención viene abrigada por un viaje, durante el verano de 2002, del autor, Román Piña (Palma de Mallorca, 1966), con su mujer y sus dos hijos, por la Stiria austriaca. De igual modo sus capítulos pueden parecer paradas, pues la ruta geográfica incluía el norte de Italia y Austria. Claro que también puede parecer la parodia de un libro de viajes en la voz de quien abomina de ellos aunque se gane la vida dando clases de griego en un instituto y entregado a diferentes compromisos culturales, entre ellos el de leer y juzgar lo que, dentro de esa modalidad, escriben otros.
Esto que parece una espiral de contradicciones a las que se suman el título -Viaje por las ramas- o las palabras de David Torres que preceden a la lectura -"Instrucciones para ahogarse en un vaso de agua"- o el propio subtítulo -"Divagando por la Stiria austriaca"-, no es más que el principio de un libro inclasificable y de un autor que ya demostró en otras ocasiones narrativas (Un turista, un muerto) su resuelta disposición para aderezar el desconcierto con una calculada posología, a base de ingenio y agudezas. El título, en esta ocasión, es buena prueba de ello, del acierto para, apelando a la ambigöedad de su cometido, sugerir con una frase inteligente la imposible concreción de un volumen que es híbrido, miscelánea, anecdotario, sobre lugares, personas, lecturas, citas. No descripción de lo visitado y lo vivido; reflexión, en todo caso, sobre lo saludable que resulta para la experiencia personal impregnarse de experiencia viajera.
Sí, el prospecto debería advertir de que lo que contiene a veces despista, a veces invita a la carcajada, a veces pierde interés -y de golpe lo recupera-. De que Román Piña tiene sobrados recursos para ir "de rama en rama" y perderse sin desorientarse, de que la digresión es -en palabras de David Torres- "el tema, el estilo y el argumento". Pero también de que son divagaciones muy singulares y genuinas, y las reacciones pueden ser muchas, y no todas favorables. Eso sí está muy lejos de provocar somnolencia. Al contrario, su estilo, impregnado de erudición, ironía y guiños cultos, supone una buena dosis de sobrado ingenio.