Image: Guapa de cara

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Novela

Guapa de cara

Rafael Reig

29 julio, 2004 02:00

Alberto Azpeitia

Lengua de Trapo. Madrid, 2004. 214 págs, 18 euros

En Sunset Boulevard (1950), de Billy Wilder, el guionista Joe Gillis (William Holden) contaba la sórdida historia que lo había llevado a la muerte.

En general, los relatos literarios narrados por muertos o en los que aparecen muertos que se comportan como los vivos -desde Pedro Páramo, de Rulfo, hasta La fatiga del sol, de Luciano Egido, por citar ejemplos de nuestra lengua- han dado origen a obras de tono dramático. En cambio, Guapa de cara tiene como narradora a María Dolores Eguíbar, asesinada de un disparo, y ofrece como rasgo dominante un humor continuo y descoyuntado. Quien conozca Sangre a borbotones (2002), la novela anterior de este escritor asturiano, reconocerá el mismo mundo, incluso algún personaje que reaparece -así, el detective Clot o Carlos Viloria- y análogos planteamientos narrativos, como el hecho de dar vida a un personaje de ficción. En un Madrid onírico, convertido en una gigantesca ciudad fluvial cruzada por el Canal Castellana y descrito de forma congruente ("Avanzamos esquivando cascos de galeón recubiertos de liquen [...] Hay bosques de algas enredadas en marquesinas y sotabancos, sargazos, lianas, helechos trepadores y arborescentes", p. 108), una turbia investigación genética llevada a cabo en los laboratorios de Chopeitia Genomics -institución también presente en Sangre a borbotones- da lugar a un asesinato que permite desvelar la existencia de unos seres ambiciosos que tienden un velo de corruptelas sobre una sociedad y un país convertido en una Iberian Federation asociada a los EE. UU. y cuyo lenguaje -el parole- va siendo vertiginosamente sustituido por el invasor anglo.

La novedad de Rafael Reig radica en el esfuerzo por fundir y armonizar diversas modalidades novelescas -la narración psicológica, la novela negra, el relato de anticipación, etc.- inyectándoles, además, numerosos y patentes recuerdos cinematográficos e intertextos literarios (Garcilaso, p. 20; Juan Ramón, p. 98; Rubén Darío, p.106; César Vallejo, p. 122; Dámaso Alonso, p.126, entre otros) que ayudan a mantener la obra como puro artefacto verbal, en un estrato alejado del "realismo" costumbrista más elemental y tosco.

El tratamiento lingöístico de la historia trata igualmente de mezclar registros idiomáticos distintos, desde las acuñaciones vulgares hasta los más inesperados símiles, y el hecho de que toda la narración esté puesta en boca de una escritora justifica las ocasionales ráfagas poéticas que salpican el discurso, pero también, dada su naturaleza coloquial, ciertos usos poco ortodoxos, como el empleo de "dígitos" por "cifras" (p. 41) o de giros espurios como "a la viceversa" (p. 99). La naturaleza caricaturesca de muchos pasajes y su desmesura humorística no ocultan, sin embargo, numerosos rasgos que bosquejan acertadamente una sociedad, e incluso una generación -la de quienes ahora rondan los 40- caracterizada como "la llamada generación terminal, los que aún soñamos en español y fuimos al colegio en ruta" y a los que "la Historia nos atravesó de lado a lado" (p. 67). La fuerza satírica de Reig es notable, pero el autor vacila entre manejar a sus personajes como muñecos y tratarlos como a seres humanos erosionados por una conciencia de fracaso. No siempre se armonizan bien ambas visiones, lo que daña la unidad del estilo narrativo de Guapa de cara. Pero las enormes posibilidades del autor están a la vista. En lo sucesivo, sólo tendrá que limar aristas y acoplar debidamente esa doble visión, sin duda necesaria en la planicie novelística, sin imaginación y sin relieves, que padecemos.