El testamento del pescador
Cesar Vidal
28 octubre, 2004 02:00César Vidal. Foto: Ballesteros
Historiador, teólogo, filósofo, licenciado en derecho, periodista, escritor (suyos son El medico de Sefarad, Checas de Madrid)... ahora César Vidal (1958) pone de nuevo su plural formación al servicio de la recreación de la historia de Cristo, contada como una parábola que subraya su fin didáctico. Se trata de un relato mimado sobre todo en lo que respecta a la ambientación, fiel reflejo de los usos y costumbres de la Roma imperial. También en lo que atañe al significado, la forma y el sentido de muchas palabras, no tanto en lo que atañe al decoro expresivo, que choca con el primor que exhibe el decoro ambiental, quizá por estar al servicio de un doble propósito: insertar la recreación de un personaje de indudable existencia histórica en un texto que narra lo esencial del mensaje evangélico. Su arquitectura lineal envuelve un discurso en primera persona, una voz que ha sido testigo excepcional de lo que expone y del inicio de un proceso interior, paralelo, que tambalea sus antiguas creencias. él es el depositario del testamento de ese anciano pescador que está siendo juzgado injustamente, Pedro.La ficción cuenta lo que pudo ocurrir en la Roma de Nerón, en el año 62 d.c. Que el emperador, cegado por su soberbia y su afán de dominio absoluto, iniciara la instrucción de un caso que intuía como una grave amenaza por representar valores contrarios a su concepción del poder. Para su asesoramiento dispone de un afamado militar (Marco Junio Vitalis), hombre instruido y sensato que cuenta con su amigo Roscio, quien le documenta sobre los motivos que avalan la acusación. Ellos son los únicos personajes inventados, el resto pertenece a la verdad histórica igual que la suma de testimonios que sirve al fin novelesco. De ahí que pueda leerse como una digna y documentada lección sobre un legado histórico, defendido con el compromiso de quienes abrazan esa verdad que representa su religión, y también su cultura y su sociedad.