Novela

Calidad de vida

Ramón de España

13 enero, 2005 01:00

Planeta. Barcelona, 2004. 257 páginas, 19 euros

Vigor expresivo y un sagaz -y mordaz- sentido crítico, caracterizan el estilo incisivo, el tono comprometido, de Ramón de España (con ésta son ya siete sus novelas publicadas). Allí donde despuntan los síntomas del cólera que padece la sociedad actual -ansiedad, soledad, consumismo, individualismo, violencia gratuita- dispara con esas armas, bien sea a través de la ficción, del ensayo (La caja de las sorpresas), o del guión cinematográfico (Haz conmigo lo que quieras). Lo cierto es que siempre ha hecho de la palabra el sitio desde el que emitir disparos contra males enquistados, satirizar fobias, con un fin que no oculta: denunciar los despropósitos a los que conduce este sistema de vida que rodea sus paradojas del controvertido bienestar al que remite.

Sistema que entre situaciones que lo muestran trágico y a la vez cómico, embiste con superlativa ironía en Calidad de vida. En ella ofrece una trama delirante que avanza entre episodios que se suman y suman acciones grotescas, situaciones histriónicas, y vidas que transcurren entre ambiciones y objeciones, resultado, alguna de ellas, del litigio entre el resquemor por haber claudicado ante objetivos codiciados y el acomodo que brinda la "calidad de vida".

Así se planea un argumento que le sigue el rastro a los casos que van y vienen por Barcelona -en los meses que rodean el conflicto de Iraq- sin perder el que sirve de referente a la trama y desata su nudo: Félix, mediana edad, divorciado, con un hijo, lleno de rencores y complejos, dibujante de cómics "instalado felizmente en el mundo de los superhéroes", y muy solo. Su obsesión por redimirse de la "vida absurda que lleva" se ve colmada cuando el azar pone en sus manos una pistola y decide emplearla contra "la lacra que emponzoña a toda nuestra sociedad". No debemos contar más, aunque esperábamos más. Porque cumple el cometido de censurar la insatisfacción de la "corrupción moral", de deleitar con su ingenio, pero sus intenciones se impregnan de tópicos, abusa de su tono cáustico y ofrece pocas sorpresas. Lo que sí logra es dibujarle al lector un ceño ante tanto despropósito. Razón no le falta ¡¿Calidad de vida?!