El orden improbable
Pablo Aranda
20 enero, 2005 01:00También El orden improbable se alimenta de esa poética, a la que hay que añadir el punto de vista, siempre del lado de quienes no protagonizan nada que vaya más allá de sus vidas. De nuevo la ciudad es el espacio vivido y conocido. De nuevo un equilibrio de fuerzas bien diseñado entre narración y diálogo, una pizca de humor y de ternura repartida entre la genuina variedad de tipos que habitan el escenario urbano, y un narrador omnisciente que organiza y explica el relato, hacen que este autor mantenga expectativas que no se agotan con esta historia.
De sus argumentos podemos esperar más. Este arranca de una situación: una mujer vuelve, con 40 años, a Málaga. Regresa a su familia, a su pasado. Se equivocó, y su error le tortura. En su ciudad proyecta su estado, su ánimo. Nuria llena de recovecos, de miedos, de culpas, se busca en sus rincones. Y recorre un itinerario físico que nos conduce por Málaga; otro mental, atravesado por la memoria que va y viene; y otro emocional, anímico, cambiante. Son itinerarios cruzados por casualidades, vivencias, recuerdos, sensaciones enredadas. Sustenta la trama una asombrosa composición capaz de transmitir "la madeja que es toda ciudad, toda vida".