Image: Nadie vale más que otro

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Novela

Nadie vale más que otro

Lorenzo Silva

3 febrero, 2005 01:00

Lorenzo Silva. Foto: M.R.

Destino. Barcelona, 2004. 212 páginas, 16 euros

Lorenzo Silva recoge en este volumen cuatro novelas cortas con otras tantas "historias estivales" -según palabras del autor- protagonizadas por los dos investigadores de la guardia civil que surgieron hace diez años de la pluma del autor: el sargento Bevilacqua y la cabo Virginia Chamorro.

Quiere esto decir que nos encontramos, una vez más, ante cuatro narraciones de misterio, planteadas en torno a cuatro crímenes rápidamente resueltos por los investigadores. Advierte el autor que los casos de estos relatos "no son esos crímenes recalcitrantes y a veces algo retorcidos que se suelen ingeniar para las novelas, sino homicidios cotidianos, hasta vulgares". Así es, en fecto, y conviene destacar el esfuerzo del escritor por rehuir en esta ocasión todo asomo de truculencia o cualquier fácil artificio para abultar la tensión de la intriga, tal como enseñan los recursos más explotados y reconocibles del género. Reducidas a la máxima desnudez posible, la solución de estas historias puede parecer en algún caso decepcionante por su simplicidad -como el recurso al ADN entre los únicos tres sospechosos de "Un asunto familiar"- o por la aparición de una confidencia que, como la de los ucranianos de "Un asunto vecinal", permita localizar inmediatamente al culpable.

La muerte de un narcotraficante ocasional, la violación y asesinato de una niña, los homicidios de que son víctimas una esposa inconstante y un inmigrante ecuatoriano demasiado aficionado a las faldas, no exigen grandes esfuerzos a Bevilacqua y su compañera. A cambio de este aflojamiento de la intriga, los escuetos relatos -puestos siempre en boca del sargento- permiten matizar un poco más el perfil de los investigadores, que va completándose en cada entrega, a la vez que dejan diseminadas una serie de observaciones acerca de problemas de la sociedad actual: el paro, la inmigración, las actitudes racistas, la inestabilidad sentimental, los excesos de la pasión desbocada. Como sintetiza Bevilacqua: "Vivimos en un país cuyos habitantes, al llegar a la mayoría de edad, han visto dos años y medio de televisión. Eso lo hace cada vez más estrafalario e impredecible" (pág. 138).

Silva ha escrito unas narraciones entretenidas -lo que es muy de agradecer-, pero sin dejar de insuflarles ciertas dosis de crítica social, en la línea de la mejor novela negra -Hammett, Chandler- que ya inspiraba Noviembre sin violetas, la primera y ya lejana obra del autor, que ahora, a la luz de estos nuevos relatos, convendría revisar. Además, Silva es un buen escritor. Sus diálogos, que integran sin exceso fórmulas coloquiales, son cada vez más ajustados, y tiene un excelente oído para los tics idiomáticos carecterizadores, como demuestra la entrevista de Chamorro y Bevilacqua con el ecuatoriano Augusto Walter Losada en "Un asunto vecinal". Disuena, en cambio, el uso reiterado -que sería preferible reducir- de algunos anglicismos propios de ámbitos burocráticos, como "inusual" por ‘infrecuente, insólito’, o "evaluar" por ‘analizar, estudiar’.