Image: Vida de un piojo llamado Matías

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Novela

Vida de un piojo llamado Matías

Fernando Aramburu

3 febrero, 2005 01:00

Fernando Aramburu. Foto: Mercedes Rodríguez

Ilustraciones de Raúl Arias. Tusquets, 2004. 120 páginas, 10 euros

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) irrumpió en la novela de los años 90 con una sorprendente ópera prima, Fuegos con limón (Tusquets, 1996), que mereció el Premio Ramón Gómez de la Serna y el reconocimiento unánime de la crítica.

Después, este escritor vasco residente en Alemania desde el año 1985 mantuvo con dignidad, aunque sin igualar el alto mérito de su primera novela, la calidad artística de su obra, tanto en dos novelas posteriores (Los ojos vacíos, El trompetista del Utopía, Tusquets, 2003) como en un libro de cuentos (No ser no duele, Tusquets, 1997) y un volumen de prosas breves (El artista y su cadáver, 2002) escritas en sus comienzos literarios y revisadas más tarde cuando ya era reconocido como un escritor de importancia. En Vida de un piojo llamado Matías Fernando Aramburu ensaya, con acierto, la modalidad de la narrativa infantil y juvenil en "un relato para jóvenes de ocho a ochenta y ocho años" que se sitúa en la imprecisa frontera entre la novela corta y el cuento largo.

El relato adopta procedimientos de la literatura fantástica, que ya no necesitan justificación, para contar la vida de un piojo desde la perspectiva del diminuto protagonista. Matías, nacido en la cabeza de un maquinista del cual tomó su nombre, es el narrador y protagonista de un relato de aventuras y de iniciación que viene a enriquecer las modernas manifestaciones de la picaresca, entre otros homenajes literarios hábilmente incluidos en el texto sin traicionar el punto de vista desde el que está contada su historia. Las aventuras del piojo entretejen su lucha por la vida ante las descomunales amenazas del medio hostil en que se mueve.

Todo resulta gigantesco desde su perspectiva, tanto las inundaciones jabonosas y los ataques de los dedos de la mano del maquinista como las hirientes púas del peine y los vientos huracanados del secador. La iniciación de Matías en la experiencia de la vida reproduce, con simplificación propia de un relato para todas las edades, el proceso vital de los humanos, desde su aprendizaje para sobrevivir en la adversidad durante las primeras etapas hasta su conocimiento de la familia, la amistad, el amor, la soledad, la violencia y la injusticia. Se trata, pues, de un piojo humanizado cuya existencia ilustra, con visión hiperbólica derivada de su perspectiva, las alegrías y pesares de los seres humanos.

Lo mejor del texto radica en su afortunada combinación de una prosa sencilla e impecable, de sintaxis con predominio de oraciones simples, con el ingenio y el humor derramados en múltiples episodios y el sutil homenaje a los clásicos en un texto salpicado de citas encubiertas en numerosas referencias y alusiones. El modelo de la picaresca aflora por doquier, desde el título, que recuerda el del Buscón, y el nacimiento del protagonista o su primer choque con la realidad (capítulo 1), que remiten al Lazarillo, hasta la completa retrospección temporal practicada en la narración autobiográfica de Matías, que cuenta su vida cuando ya es viejo (unas cinco semanas) siguiendo el orden lineal de los acontecimientos.

El relato se enriquece con significativas intertextualidades que remiten a Miguel de Cervantes (final del capítulo 4), aPío Baroja y el título que el autor (también donostiarra) dio a sus memorias ("Desde la última vuelta del camino", reproducido en el epígrafe del capítulo 12), y a Ramón Gómez de la Serna, entre otros fácilmente reconocibles. El humor y el ingenio verbal se descubren en expresivos juegos idiomáticos con frases hechas adaptadas a la singular perspectiva del narrador y protagonista: "Yo podría echarte una pata" (mano, página 78), "Con el corazón en la pata" (página 88), "lo mandó a freír caspa" (página 112). En suma, esta Vida de un piojo llamado Matías resulta un relato breve y de lectura agradable, sin más aspiraciones que hacer las delicias de muchos lectores. Lo cual no es poco.


3 cuestiones a Aramburu
-¿Cambia en algo escribir para un adulto o para un niño?
-Cambia en bastantes aspectos. Uno de ellos se me figura a mí esencial. Y es que cuando escribimos para adultos no tenemos por qué sujetarnos a responsabilidades de tipo pedagógico. Los niños hacen una lectura más emotiva que analítica. El lector adulto es más sufrido. Incluso se le puede fascinar sin necesidad de respetarlo.
-¿En qué se parece a la humana la vida de un piojo?
-Si los piojos pudiesen expresarse y adoptaran unos cuantos rudimentos éticos, yo los tendría por congéneres.
-¿Leía libros juveniles? ¿Cuáles eran sus favoritos?
-Leí menos de los debidos. Y ello porque mis educadores me transmitieron la falacia de que los libros juveniles forman parte de una preliteratura.