Image: El repelente niño Vicente

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Novela

El repelente niño Vicente

Rafael Azcona

29 septiembre, 2005 02:00

Rafael Azcona. Foto: Carlos Miralles

Aguilar. Madrid, 2005. 300 páginas, 15 euros

Siempre se ha dicho de Azcona que ha sido un super héroe en la sombra, el hombre invisible del cine español. Es, en todo caso, un mito vivo de la cultura española y un clásico del humorismo, que a sus casi 80 años sigue trabajando, añadiendo logros a una dilatadísima carrera como guionista de cine.

Pero antes de iniciar esta exitosa faceta, y poner su cerebro al servicio de cintas clásicas como El pisito o El cochecito, Azcona creó un personaje como humorista gráfico que estuvo y aún está en boca de todos. El "repelente niño Vicente" aparecía en las páginas de La Codorniz, y todavía hoy es icono al que, tantos años después del nacimiento y muerte de la revista "más audaz para el lector más inteligente", recurrimos para describir a esos niños en los que se juntan la precocidad y la grima. Azcona noveló después la vida del repelente Vicente, que fue un éxito de ventas, y se reedita ahora coincidiendo con la aparición de un nuevo título, Los muertos no se tocan, nene.

Miguel Mihura, fundador de La Codorniz, avisó en su día que "el que quiera aprender matemáticas o ganar unas oposiciones en Hacienda no debe leer La Codorniz". Azcona, en una vuelta de tuerca, dio un disgusto a esos lectores que La Codorniz repudiaba, y les hizo padres de un niño insoportable. Alberto, el papá de Vicente, es un señor serio, formal y alérgico a la diversión, en el que Azcona caricaturiza a toda la sociedad de una época. Gracias a la vida novelada de Vicente, descubrimos los detalles y las causas del prodigio. Diez años antes a Vicente le había nacido una hermana, la díscola Pepita, que quería ser bailarina para vergöenza de la familia. El contrapunto de Vicente se veía venir ya en pleno embarazo, cuando a doña Victoria, en lugar se antojársele una fresa, se le antoja leer una enciclopedia. Los ejemplos de humor del más fino los hallamos ya en los primeros días de Vicente, cuando en la cuna se acurruca de tal modo que, comentan las visitas, parece El Pensador de Rodin. El niño repelente que iba a ser, que ya apareció crecidito e inoportuno, con sus gafitas y su pedantería en La Codorniz, no prometía mucho como deportista. Antes que a andar aprendería a hablar. Y estaba claro que por esa boquita no iban a salir el resto de su vida más que impertinencias. Lo primero que habló, así de corrido, sin balbuceos, con vocalización de catedrático, fue un chivatazo. Denunció los coqueteos de su niñera en el Retiro, con lo que la muchacha perdió el empleo.

Es curioso que de todos los trabajos casi anónimos de Azcona, el repelente niño Vicente, aunque el pueblo lo ignore, haya sido el que ha calado tan hondo en la cultura del país al haber sido asimilado por el lenguaje. Curiosa inmortalidad la de Vicente, la creación de un joven Azcona que prácticamente vivía en la redacción de La Codorniz, donde escribió y dibujo entre 1952 y 1959 con los pseudónimos de Arrea, Profesor Azconovan y Repelente.