Novela

El sueño de Borges

Blanca Riestra

13 octubre, 2005 02:00

Blanca Riestra. Foto: Julián Jaén

Premio Tigre Juan. Algaida. Sevilla, 2005. 288 páginas, 17 euros

Hace ya casi diez años que Blanca Riestra (La Coruña, 1970) publicó su primera novela, Anatol y dos más (1996). Con la segunda, La canción de las cerezas (2001), ganó el premio Ateneo Joven de Sevilla. Y ahora El sueño de Borges ha sido distinguida este año con el XXVII Premio Tigre Juan.

En ella la escritora gallega construye una trama muy libre de ataduras racionales para adentrarse en una historia barroca de sueños y laberintos localizada en una Praga llena de magia y misterio, y atribuida al mismísimo Jorge Luis Borges como si se tratase de su única novela. Todo queda ficcionalizado en un texto proteico que se presenta como la novela que Borges dicta en Boston a un lector de español en la Universidad de Harvard, donde el maestro argentino impartía sus últimas conferencias un año antes de su muerte.

Así, desde este presente que se supone real nos trasladamos, por medio del sueño-novela de Borges, a una Praga barroca de comienzos del siglo XVII, en tiempos del emperador Rodolfo II, cuando se desarrollan la fantástica narración de un viejo sepulturero del cementerio judío de la capital bohemia y su evocación de la truculenta historia de crímenes y mazmorras, intrigas palaciegas y episodios de magia y supersticiones en una ciudad reconocible en sus más célebres espacios reales en torno al castillo, la catedral de San Vito, el río Moldava, el puente Carlos, el barrio de Malà Strana o la Universidad Carolina. Con ello pasamos de la realidad del presente narrativo en la residencia bostoniana de Borges (con referencias al río Charles), donde el narrador primero copia su relato, a los lugares reales de la historia y la geografía de Praga. Pero todo es juego y artificio, tal vez demasiado desatados en su escritura libre y onírica. Así, el embrujo y la magia de Praga dejan franca la entrada natural de la fantasía en el relato del narrador segundo, que se complace en la pura arbitrariedad con sus recuerdos familiares, sus planes de asesinar al emperador, su descubrimiento de falsos manuscritos de codiciado valor y sus relaciones con figuras históricas como el astrónomo Kepler o el propio Rodolfo II y sus caprichos y locuras entre alquimistas, monjes, políticos, científicos y representantes de la Iglesia de Roma.

El sueño de Borges ofrece lo que anuncia su título: una fantasía ideada sobre un artificio rebuscado y gratuito consistente en su atribución -ficticia, claro está- al admirado escritor argentino. Las mejores cualidades del texto están en su puro placer de juego, de planteamiento lúdico de la ficción, con numerosas citas explícitas o encubiertas y homenajes literarios, no sólo a Borges sino también a otros muchos autores, desde Marlowe y Shakespeare hasta Umberto Eco y El nombre de la rosa, en un discurso enriquecido por la ironía y el humor, que se apoderan incluso de la mitología eslava, en el caso del dios congelado en las aguas del Moldava, y de la misma novela en las consideraciones metanarrativas acerca de los poderes demiúrgicos del autor (véase pág. 271) o en el irónico quiebro final de estas palabras puestas en boca del autor de El Aleph y dirigidas a su interlocutor: "Te regalo esta novela. Es demasiado tarde para cambiar de género y los críticos me despedazarán, haga lo que haga. Además creo que será una mala novela, ¿no te parece?" (pág. 284).