Caja negra
Pablo Sánchez
22 diciembre, 2005 01:00Pablo Sánchez. Foto: L.T.
Es curioso cómo algunos escritores dicen detestar las novelas sobre escritores. Incluso creo adivinar la causa: se suele presentar al escritor como un ser atormentado por la creación, a menudo alcohólico, solitario, a un paso del desequilibrio.
El protagonista de Caja negra es, otra vez, un escritor. Un escritor que pasa de ser un frustrado profesional a convertirse en un autor de éxito. Hasta que otro autor le demanda por plagio y acaba con su carrera, su relación de pareja y su estabilidad económica. En vano intenta resolver la situación de un modo civilizado -la cita en el café Gijón de ambos da pie al autor a un diálogo chispeante que es de lo mejor que he leído últimamente-.
La novela sabe mantener el interés del lector pese a algunos fragmentos prescindibles -el "Cuestionario Proust", por ejemplo (págs. 57-64)- frente a otros brillantes -el capítulo 4, "Autocronología"; el 11, centrado en Avellaneda, el autor de "el otro" Quijote- y sabe ir mucho más allá de una anécdota que no parece tan improbable: que, enfrentados a las mismas fuentes, dos autores plasmen en sus obras una misma realidad, hasta la coincidencia más nimia. Donde esta novela va mucho más allá de su peripecia es en esa profunda crítica a la literatura de mercado. La clave la encontramos en el fantástico capítulo 11: "He pensado a menudo que con Avellaneda nació un anticanon, el de la literatura rastrera". Y precisamente de eso, de literatura rastrera y de los seres que la generan, la alimentan y la apoyan, trata esta magnífica primera novela.