Image: Los enanos

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Novela

Los enanos

Harold Pinter

26 enero, 2006 01:00

Harold Pinter. Foto: Keiiran Oherty

Trad. J. Lyons. Destino. 224 páginas, 17 euros

Las cosas del premio Nobel. Este año se lo otorgaron al dramaturgo inglés Harold Pinter (1930-), justo cuando en febrero había anunciado que abandonaba la literatura. Su fuerza creativa comenzó a manifestarse hace medio siglo, cuando redactó Los enanos, su única novela, a la que siguieron varias piezas de teatro auténticamente impactantes.

De sus éxitos en la escena y como guionista de cine (La mujer del teniente francés) quedan ecos por doquier, pero un activismo político marginal lo ha convertido en una figura controversial. Si bien sus metas en un principio resultaban encomiables, la protesta contra la destitución de Allende y los abusos de Pinochet, su posterior adhesión a causas de discutible relevancia lo alinean con izquierdistas profesionales, como Ramsey Clark, el ex fiscal general de USA, y reduce la proyección de sus veintinueve títulos teatrales.

Los dramas, como La fiesta de cumpleaños (1958), constituyen el mejor del teatro de la segunda mitad del XX. Pertenecen al denominado teatro del absurdo, donde figuran autores como Ionesco, Beckett, Albee y Genet. Comparten una visión de la condición humana kafkiana, mezclada con el prosaísmo de lo cotidiano, proveniente de autores como Hemingway. Se inspiraron en la desorientación del hombre en las décadas de los años 50 y 60, en la insuficiencia de sus esquemas de comunicación y vitales. El mundo reflejado en los textos resulta complejo y carente de esperanza. Sus personajes viven existencias frustradas y exhiben conductas inexplicables. Se expresan mediante un lenguaje plano, que apenas alumbra un pensamiento. La peculiaridad de Pinter reside en la creencia en que debemos hablar los unos con los otros, aunque jamás nos entendamos.

La historia de la novela Los enanos resulta curiosa. La escribió entre 1952 y 1956, antes que ninguno de sus dramas. La adaptó para la radio en 1960, sin embargo no la publicó hasta 1990. Unos años después, en el 2003, la vertió al teatro. La primera versión de la novela sólo conocía tres personajes masculinos, mientras que en la versión narrrativa definitiva y en la obra de teatro se añade uno femenino.

El trasfondo de la obra se entiende mejor si sabemos que Harold Pinter nació Hackney, un barrio de clase trabajadora de Londres. Su padre era un sastre judío y la familia tenía una lejana ascendencia portuguesa. La novela presenta a varios amigos de adolescencia del autor, compañeros de clase, aunque en la obra aparecen ya veinteañeros. Se comunican mediante un código verbal propio, lo que en principio desorienta un poco al lector, hasta que penetramos en él, y conseguimos diferenciar a los personajes. Son cuatro, Len, Mark, y Pete, que tiene una novia, Virginia. Pete y Virginia ocupan una buena parte del relato, que nos dice que Pete es un hombre inseguro, y que sufre cuando su novia habla, pues podría cuestionar sus opiniones. Parece que la única función de Virginia es preparar y servir el té.

La lectura sugiere que Pinter tenía el propósito de revolucionar la novela de forma semejante a lo hecho después en el teatro, comenzando por quitarle al relato narrativo cuanto pudiera tener de valores implícitos compartidos por el autor y la audiencia, que el lector no pensase que el texto contenía "un depósito de consejos muertos y fórmulas de cómo vivir la vida" (pág. 117). La crítica duda que lo lograra, pero sí coincide en afirmar que lo mejor de la novela reside en la imagen que ofrece del Pinter joven, de su medio, de sus amigos, que explica bastante sobre cómo conformó su visión del mundo.