Novela

La línea de la belleza

Alan Hollinghurst

2 marzo, 2006 01:00

Traducción de J. Zulaika. Anagrama. 2005. 558 páginas. 22 euros

La literatura inglesa produce cada año novelas de primer orden. La reciente entrega de Alan Hollinghurst (premio Man Booker, 2004) cae en ese grupo, un poco apretada, porque no resulta una novela apta para cualquier sensibilidad.

Ciertos lectores se sentirán incómodos con una narración explícitamente gay. Abundan los recuentos de actos sexuales, a veces un poco pesados por lo de siempre: en ese departamento las novedades escasean. Por otro lado, el autor escribe con soltura y construye una narración significativa, que transmite un mensaje claro y pertinente.

Su novela debut, La biblioteca de la piscina (1988), despertó gran interés, precisamente por su tema, la vida gay de Londres, enfocada desde los más diversos ángulos, los clubs de graduados de las universidades privadas inglesas o los abyectos urinarios públicos. Las descripciones del acto sexual sorprendieron a numerosos lectores, por la explicitez y la normalidad con que eran narradas. La habilidad de Hollinghurst en la utilización del punto de vista narrativo a lo Henry James, un centro de conciencia a través del cual se percibe la historia contada, le concedía el necesario pedigrí literario.

Y Henry James figura en La línea de la belleza prominentemente. Parece que entramos en la era de las duplicaciones. Brooklyn apareció en 2005 en la obra de Philip Roth, de Paul Auster y de Eduardo Lago, mientras Henry James fue el tema favorito de 2004, favorecido por Colm Tóibin, por David Lodge y por Hollinghurst. Emular a Henry James tiene siempre sentido, sobre todo cuando se busca una manera de enganchar al lector más allá del simple relato autobiográfico monologal, pues la voz jameisiana típica puede hacer suyos modos ajenos de pensar.

El protagonista, el centro de conciencia de la novela, se llama Nicholas Guest, Nick, hijo de un modesto anticuario de los alrededores de Londres, a quien conocemos recién graduado de Oxford, cuando comienza a residir, de invitado, en la lujosa casa de Notting Hill perteneciente a la familia de Toby, un compañero de universidad. El padre, Gerald Fedden, es un diputado conservador, con dinero y ambiciones políticas. La narración, más que contar una historia, presenta la vida inglesa durante la época de Thatcher, en los años 80 del pasado siglo. La "dama de hierro" incluso aparece en la novela, momento estupendo, cuando acude a casa de Fedden a una fiesta. Varios personajes mencionarán sus bonitos ojos azules, los avances hechos por Inglaterra en materia económica e incluso la victoria en la guerra de las Malvinas.

Nick Guest vive con los Fedden, Gerald y Rachel, Toby y su hermana Catherine, joven dependiente de las medicinas antidepresivas. Nada más asentarse en la casa, guiado por el plan de escribir una tesis doctoral sobre Henry James, tiene su primera experiencia homosexual con un chico negro -Hollinghurst no ahorra detalle-, Leo, que al final morirá de sida, otro de los elementos importantes de los 80, consecuencia de la vida banal que llevará Nick y muchos de sus contemporáneos. Luego tendrá otro amante, Wani, el hijo de un millonario libanés, que gracias a sus donaciones al partido conservador consigue el título de Lord. También Wani acabará enfermo. Curiosamente, toda esta escena homosexual en la que vive Nick permanece oculta para los Fedden, excepto para Catherine. Cuando al final la familia acabe siendo objeto de escándalo público por unas indiscreciones de Fedden, la Prensa revelará los secretos. La cocaína, como el sexo, aparece por doquier. Las rayas que se meten los jóvenes los mantienen continuamente eufóricos, mientras las personas con responsabilidades alcanzan un estado similar gracias a los negocios de especulación inmobiliaria. Hollinghurst representa con talento narrativo las dos cruces de la moneda de los 80 en Inglaterra, la época de Thatcher, la banalidad social de las clases poderosas y su pobre trasfondo intelectual.

El estilo vivo, rico y expresivo del autor, ofrece numerosas sorpresas al lector, y le guía con el pulso rápido de una buena narración.