Cosas que hacen bum
Kiko Amat
22 febrero, 2007 01:00Kiko Amat. Foto: Antonio Moreno
Los grandes fallos de la crítica literaria se han producido al afrontar una sensibilidad nueva desde criterios establecidos. Eso ocurrió a quienes rebajaban la poesía becqueriana a banales "suspirillos germánicos" por no entender la intensidad de su gran sencillez. La aparición reciente de unos narradores españoles que parten de esquemas mentales y formales novísimos plantea el reto de su enjuiciamiento. Estos autores jóvenes ven el mundo desde el prisma de sus valores, lo reproducen por medio de códigos inéditos que se inscriben en la música pop y folk, y piensan en términos del "comic-book", los fanzines o el videoclip y no de la cultura libresca clásica.Tales actitudes planean sobre la notable escritura de Kiko Amat (1971) y hacen difícil abordarla a quienes venimos por edad y gusto de otros puntos de partida. Porque no se trata de comprender la materia de su obra, bastante clara, sino de distinguir los muy particulares referentes sobre los que se monta: las mitologías de las tiras ilustradas (la figura emblemática de la Mujer Invisible, por ejemplo), las canciones de los grupos sajones y un gusto cinematográfico que empareja Star Trek y el melodrama.
Estos estímulos orientan Cosas que hacen bum y le dan su extraña novedad y originalidad. La peripecia en sí misma no se diferencia del típico proceso de maduración de un muchacho disconforme con el mundo. Pànic, protagonista y narrador, encarna la figura del rebelde sin causa hasta la saturación: solitario, descontento consigo mismo y con la sociedad, entregado a manías obsesivas, busca con ahínco la pertenencia a un grupo, se alista en una secta nihilista, participa en una acción violenta y se entrega a las anfetas y el alcohol. Son jalones del viaje a la autodestrucción que intenta consumar sin conseguirlo. En suma, es el arquetipo de un antisistema a quien un irónico desenlace niega incluso la cualidad de héroe. La historia evidencia el fracaso existencial de un sector de la sociedad contemporánea representado por los amigos de Pànic, una pandilla cuya quimera se cifra en compaginar anarquía y hedonismo y que podría tener como lema una repetida canción: "Que Dios ayude a todos los que intentan realizar sus sueños".
Cosas que hacen bum no cuenta hechos muy llamativos, aunque no falten los rasgos de buena imagi-
nación que, por ejemplo, marcan a la familia de Pánic. Lo singular está en el modo de presentar la anécdo-
ta como dibujada en viñetas; y en la constante conexión entre los sucesos y el tipo de cultura que recrea la obra a base de incesantes referencias, todas pertenecientes a un ámbito no hispánico (no hay ni una sola española).
El modo de contar está basado en las percepciones del grupo al que se refiere el autor y, además, y este rasgo me parece capital, está dirigido a él. El mismo Kiko Amat, con su propio nombre, aparece en la novela en un papel de observador. Sin olvidar el narcisismo que este dato suele suponer, la presencia del autor da a todo el relato un alcance generacional muy fuerte. Está pensado por y para el nicho de veinteañeros que comparten un núcleo de vivencias, y a los cuales se les habla desde dentro de su particular retórica.
Esto no quita méritos a la novela, pero ciñe su alcance. Otra cosa es que la inteligencia y la destreza narrativas de Kiko Amat, el desenfado de su escritura y la fluidez de su estilo, más un paradójico poso cultural clásico muy extenso, rebasen esa meta y conviertan Cosas que hacen bum en un magnífico ejemplo de una narrativa nueva para tiempos nuevos interesante para todo el mundo. Desde luego, por su creatividad deja a mil leguas de distancia a esos libros de realismo vulgar que vienen haciendo un retrato de cartón piedra de una juventud actual desnortada.