Image: Coco

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Novela

Coco

Cristina Sánchez-Andrade

26 abril, 2007 02:00

Cristina Sánchez-Andrade. Foto: Joan Tomás

RBA. Barcelona, 2007. 304 páginas. 20 euros

Esta nueva obra de Cristina Sánchez-Andrade tiene como personaje central de la historia a la celebérrima modista Coco Chanel, y quienes se acerquen a las páginas de la novela en busca de datos biográficos acerca del singular personaje no se verán defraudados, porque, en esencia, la trayectoria vital de Coco Chanel, sus triunfos y su decadencia, sus relaciones con figuras como Cocteau, Picasso, Serge Lifar, el duque de Westminster o Josep María Sert, son datos recogidos y respetados escrupulosamente. Pero Coco no es una biografía, sino un relato de ficción -aunque en él aparezcan algunos personajes históricos-, que mezcla los hechos reales con otros inventados y, sobre todo, que jerarquiza los elementos seleccionados de la historia y los somete a un punto de vista y a una determinada interpretación. De este modo, lejos de contar la vida de una mujer triunfadora e influyente en Europa durante varias décadas, Coco es el retrato de un espíritu solitario, de un temperamento arisco, independiente y falto de ternura, condenado a la infelicidad.

A partir del capítulo inicial, sostenido por la imagen de la bala que la anciana Coco cree ver acercarse y que representa la muerte inminente, se desarrolla retrospectivamente toda la historia del personaje, que se cerrará en las últimas líneas con la misma escena, someramente reiterada, y con idéntica imagen. La preocupación constructiva que apertura y cierre dan a entender no se mantiene, sin embargo, en el resto de la novela, donde los hechos narrados se subordinan a la sucesión cronológica, con numerosas elipsis -inevitables, dada la extensión del período histórico abarcado- y frecuentes analepsis reiteradas que tienden a subrayar el peso de la historia personal -el internado, las monjas, la señora Desboutin, Lucienne Rebaté, etc.- en la vida madura de Coco. La autora ha puesto tanto empeño en dibujar a su personaje central, cuyas ideas y sentimientos detalla desde una perspectiva omnisciente -que convendría haber rebajado-, que los demás personajes quedan empequeñecidos, oscurecidos, sin apenas relieve. Incluso Ernest Capel, que fue el hombre más importante en la vida de Coco, es poco más que un perfil desdibujado y distante.

Cristina Sánchez-Andrade narra airosamente, en algunos momentos con cierta brillantez, si bien con una marcada tendencia a la prolijidad y sin que a menudo la concatenación entre enunciados sucesivos responda demasiado a la lógica: "Le trajo como regalo una bolsa de limones. Ella lo abrió; estaban podridos. Así pues, le preguntó él, ¿en qué momento estás con el inglés, nenita?" (p. 72). Hay demasiados detalles innecesarios, tanto en el conjunto de las informaciones como en la composición de muchas frases ("pequeñas gotitas" [p. 144], etc.) que exigirían una poda concienzuda para que la prosa ganara en poder narrativo.

Y también convendría mayor vigilancia sobre el léxico: el cerdo que "hurga" (p. 13) lo que hace en realidad es hozar; los dientes no "castañean" (págs. 23 y 127), sino que castañetean; la "experiencia excitante" (p. 92, por "emocionante") tiene inequívoco tufillo anglosajón, mientras que "me giré hacia mi madre" (p. 190) o "se giró lentamente" (p. 157) por ‘me volví’ o ‘se volvió’ parecen contribuciones semánticas catalanas, de igual modo que "apercibirse" (p. 76) por ‘darse cuenta, percatarse’ viene del norte de los Pirineos. Y fuera de cualquier geografía lingöística se hallan usos tópicos como "frente perlada de sudor" (p. 53; otro ejemplo en p. 144) o formas abiertamente rechazables, como "no estaba bien que [...] andara sola" (p. 43). ¿Se han dado de baja los correctores?