Image: Robo. Una historia de amor

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Novela

Robo. Una historia de amor

Peter Carey

17 mayo, 2007 02:00

Peter Carey. Foto: State Library or Victoria

Trad. Cruz Rodríguez Juiz. Mondadori. Barcelona, 2007. 288 páginas. 18’90 euros

La novela en lengua inglesa pasa por un momento excelente. Cuenta con una pléyade de escritores en plena forma, que manejan el idioma con soltura y originalidad envidiables, mientras sus textos exploran cuestiones vitales del presente, como puede ser la problemática adquisición de la identidad personal en un mundo pluricultural. El australiano Peter Carey (Bacchus Marsh,Victoria, 1943), dos veces ganador del justamente prestigioso premio Booker (en 1998, por Oscar y Lucinda, y en 2001, por La verdadera historia de la banda de Kelly), y destaca por diversos méritos entre los representantes de esta narrativa anglosajona. Uno, bien evidente en esta novela, proviene de su virtuosismo verbal, diferente, pero en la liga de escritores tan diestros en el manejo del lenguaje como Don DeLillo o Douglas Coupland. Además, este profesor de escritura creativa afincado en Estados Unidos sabe contar con destreza una historia muy actual. Sus personajes resultan, como tanta gente con la que nos cruzamos en la calle de cualquier ciudad, seres que intentan forjarse un destino sin contar con demasiados apoyos.

La novela actual parece oscilar entre dos extremos, por un lado, tenemos la ficción donde los personajes se enfrentan al mundo dotados con señas de identidad definidas, protegidos por tradiciones sociales, familiares o incluso nacionales. Entre los autores que minan ese filón donde se añora la pérdida de las señas de identidad tradicionales contamos con nuestro Luis Mateo Díez o la última ganadora del Booker (2006), Kiran Desai. Su narrativa tiene la complejidad de regusto que deja algo hecho a fuego lento, en un horno de leña. Por otro lado, Peter Carey inventa personajes, como los hermanos Butcher y Hugo Bones, los protagonistas de la obra, cuya característica más sobresaliente es que existen en un vacío, sin red social. Parecen preparados de nueva cocina, apenas pasados por el horno. Sus padres fueron un desastre; concretamente el padre abusó de la bebida y de la madre. Butcher consigue gracias a su talento hacerse un pintor de éxito, a quien conocemos ya en un momento de declive, cuando se ha divorciado de una despampanante mujer y ha perdido en el desastre matrimonial la custodia de su hijo.

Esta novela debemos considerarla como si miráramos un cuadro de Jackson Pollock, sondeando la profundidad de la tela, del texto. Lo que leemos en la superficie argumental es la historia de dos hermanos, el uno pintor de éxito en declive, que vive alejado de la familia por orden judicial, pues afloran en su conducta las mañas paternas, y el otro un gigante impredecible, su hermano Hugo, un retrasado mental que ocupa un cuerpazo dominado por emociones incontroladas. El amor que se guardan los hermanos resulta el único punto de apoyo fijo del argumento entero. A su través, coloreado por una inventiva verbal tan chispeante de color como los trazos en una tela de Pollock, percibiremos el intrincado mundo de los negocios del arte, del tráfico comercial en el mundo de la pintura. La guía por este intrincado laberinto que une al artista y a su hermano con los intermediarios, herederos, marchantes, coleccionistas, se llama Marlene. Una enigmática mujer joven, que en un momento prendió fuego a su escuela secundaria, y que acabará casándose con Oliver, el hijo de un gran pintor Jacques Leibovitz, y siendo amante de Butcher. Su inteligencia natural la lleva a convertirse en una buena conocedora de todos los trucos del negocio. Ella termina siendo el motor de la novela, que cambia de escenarios y continente varias veces, de Sydney pasamos a Tokio, Nueva York, y más. Sus designios secretos, que incluyen una o varias falsificaciones, mueven los hilos de la escasa voluntad de los hermanos, sumidos el uno en su perturbación y el otro en recobrarse de la caída producida por la pérdida del éxito.

Las voces de los hermanos, que se alternan en la tarea de narrar la obra, producen un efecto intenso en el lector, porque el lenguaje entrecortado, inoportuno, infantil, de Hugh, se mezcla con la expresión intensa de Butcher. Los lugares comunes del uno se enhebran con las expresiones llenas de deseo y vitalidad del otro. Y, Marlene, mariposa incansable, hace progresar el argumento de Robo. Una historia de amor y a sus personajes en un viaje, un camino, que termina siendo el de sus vidas.