Image: El cuenco de laca

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Novela

El cuenco de laca

Fernando Schwartz

21 febrero, 2008 01:00

Foto: Begoña Rivas.

Espasa-Calpe. Madrid, 2008. 321 páginas, 21,90 euros.

Con trazos delicados y certeros, Fernando Schwartz dibuja sobre seda esta "historia novelada, o, mejor dicho, novela historiada", según sus propias palabras en la nota del autor, que transcurre en el ámbito de lo que podríamos llamar recreación a partir de la memoria prestada.

Con veintidós años y un título de doctora en Farmacia obtenido en la Universidad de la Sorbona, Elena desciende del avión en el aeropuerto de Bach Mai (Vietnam) el 18 de diciembre de 1946, para reencontrarse con Vu Thi Liên. A partir de ese instante, los acontecimientos comienzan a sucederse a una velocidad vertiginosa. "Escindida por sucesivas y contrarias lealtades"-nada me parece mejor que esta definición borgiana- Elena-Liên se verá sometida a los rigores propios del enfrentamiento entre su formación francesa y el atávico reclamo de su sangre vietnamita. Deberá morir y renacer más de una vez en medio de una lucha en la que ninguno de los invasores cree, hasta convertirse en el alegórico cuenco de laca al que alude el título de la novela.

La brutalidad de la guerra franco-vietnamita contrasta con la sensible delineación de la mayoría de sus protagonistas, trazados con indiscutible maestría por la mano del autor. Nada es blanco o es negro es esta obra, nada es totalmente bueno o malo, todo es, cuando menos, absurdo; todo, salvo el amor con su lenguaje único, abarcador, que reclama su territorio y se abre paso entre las aparentes diferencias raciales y culturales, para demostrar que la Verdad no es de izquierdas ni de derechas, no pertenece a colonizadores ni a colonizados, sino que está inscrita en un espacio que, por suerte, no nos es dado controlar a los mortales.

Ho Chi Minh, "El de la voluntad esclarecida", mezcla de estratega guerrero y maestro zen, artífice de la pseudo independencia vietnamita, es uno de los ejes alrededor del cual giran las múltiples peripecias de Elena-Liên, hija de un famoso médico y cercano colaborador del anciano Bac (tío) Ho. Aproximándose peligrosamente a ciertos tópicos rosa, Fernando Schwartz logra eludirlos, sorteando los obstáculos con habilidad, llevando las situaciones a límites de los que sólo su habilidad narrativa puede rescatarlas antes de que se conviertan en estridencias novelescas, sustituyendo la manida casualidad por la opción, mucho más creíble, del azar concurrente, salvando así situaciones que, en manos menos diestras, podrían resultar amaneradas.

Resueltos los peligros del lugar común y la banalización, sólo quedan algunos parlamentos en los que Elena-Liên utiliza palabras más propias de una muchacha española que de una vietnamita educada en París, por lo demás, nada grave, nada que no se pierda entre la majestuosidad del paisaje, entre los pliegues de leyendas, tradiciones, heroísmo, humildad y grandeza capaces de desbordar este cuenco de laca, pulido a golpes de paciencia y laboriosidad. Con esta novela, la belleza de ese maltratado país de Indochina se nos hace más cercana más comprensible, resalta el valor del amor como gran alquimista, con su capacidad para transmutar en oro los más sórdidos metales. Los años han transcurrido y ya Vietnam no está en el ojo del Cíclope mediático, no obstante, la lección de fortaleza que al mundo dieron los pequeños anamitas, defendiendo su derecho a la libertad primero contra los japoneses, después, contra la colonización francesa y más tarde contra los norteamericanos, aún puede estremecernos de admiración.

A través del tiempo la voz prestada de Vu Thi Liên, la sofisticada doctora Elena Vu, nos habla con sosiego, con certera lucidez, alertándonos sobre esos recónditos pasajes en los que el bien y el mal tienden a confundirse. En verdad, esta historia se acerca a los exquisitos dibujos pintados sobre seda por un pincel versado en los gráciles trazos del destino.