Image: Demonios familiares

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Novela

Demonios familiares

Ana María Matute

26 septiembre, 2014 02:00

Ana María Matute. Foto: Iñaki Andrés

Destino. Barcelona, 2014. 190 páginas, 20 euros. Ebook: 12,34 euros

Demonios familiares es la novela póstuma de la recientemente desaparecida Ana María Matute (Barcelona, 1925-2014). Hay que advertir también que se trata de una novela inacabada. En un detallado epílogo, María Paz Ortuño enumera las diversas dificultades físicas y de salud que la autora debió afrontar durante la discontinua escritura de las páginas que ahora se publican. Por su parte, Pere Gimferrer trata de minimizar en un escueto prólogo el carácter de obra incompleta de Demonios familiares recordando -un tanto forzadamente, todo hay que decirlo- otras que también quedaron inconclusas, si bien el emparejamiento no resulta siempre pertinente. Así, Baza de espadas, de Valle-Inclán, estaba precedida por las dos primeras novelas del Ruedo Ibérico, suficientes para mostrar la intención, el estilo y las características narrativas del Valle-Inclán maduro; los apuntes póstumos y sin elaborar de Proust no añaden ni quitan nada esencial a la ingente creación de À la recherche du temps perdu. Los recuerdos de Kafka y Nabokov tampoco son comparables al caso de Ana María Matute, donde no hay una narración anterior que Demonios familiares deba continuar o completar -ni siquiera Paraíso inhabitado-, sino un relato autónomo, con personajes y situaciones -eso sí- que evocan con fidelidad muchos de los motivos presentes en las obras de Ana María Matute, como Los Abel, Primera memoria o Fiesta al noroeste, entre otras: el fondo de la guerra civil, viejas historias ocultas de familia, jóvenes que despiertan a la vida, enigmas de un pasado reciente...

Estas páginas nos sumergen, sin disputa, en las coordenadas del mundo típico de la autora, con sus lugares que a veces rozan lo simbólico -el bosque, el desván-, y podemos calibrar cuáles de sus rasgos definidores reaparecen aquí y con qué grado de depuración estilística. Pero es indudable que la historia queda truncada y sin atisbos que permitan siquiera imaginar un desenlace.

Porque hay varios núcleos temáticos planteados que necesitarían un desarrollo amplio. En primer lugar figura el que afecta al personaje de Eva, a quien se confía el relato en primera persona de parte de la historia. La crispación anticlerical de los meses previos al estallido de la guerra civil aconseja a las monjas cerrar el colegio donde la muchacha estudia. La vuelta a la casona familiar, presidida por un padre inválido, viudo e inflexible a quien llaman el Coronel, con una vieja sirvienta y un impasible asistente joven, precipita a Eva en un orbe de silencios, de misterios inexplicados, del que sólo el reencuentro con una antigua amiga, Jovita, le permitirá liberarse. La historia del embarazo de Jovita y la aparición fortuita de su antiguo novio, por el que Eva se siente irresistiblemente atraída, plantean un doble conflicto que también queda sin resolver. ¿Se salvará Berni de su escondite en el desván? ¿Cómo se comportarán las dos mujeres ante el aviador herido y cómo afectará a su amistad? ¿Cuál será en lo sucesivo el papel de Yago, una vez que conocemos su origen? ¿Seguirá ocultando al Coronel su ayuda a Berni, con la que hace prevalecer la antigua amistad infantil sobre las diferencias ideológicas adultas? ¿Llegará la guerra al innominado escenario de los hechos? Estas y otras muchas preguntas análogas muestran que Ana María Matute había planteado un relato de largo aliento, que mezclaba un pasado lleno de puntos oscuros -que Eva irá descubriendo poco a poco- y un futuro incierto donde varias cuestiones requerían un desarrollo pormenorizado: el problema de Jovita, su reencuentro -si lo había- con Berni, el comportamiento de Eva, la reacción del Coronel, perdido ya su antiguo control sobre la casa y sus habitantes.

Demonios familiares es un atractivo edificio en construcción. Acudiendo a la terminología tradicional, podría decirse que contiene el planteamiento, pero le falta una buena parte del nudo y el desenlace. Los abundantes lectores de Ana María Matute disfrutarán reconociendo la prosa y el cuidado expresivo de la autora en cada página, y también los vaivenes psicológicos de Eva, llamada a ser uno de los grandes personajes de la Matute. Para ellos, el hecho de que sea una obra forzosamente truncada será un accidente secundario.