La Torre Blanca
Pablo Auladell
1 junio, 2006 02:00Una de las muchas líneas de la historieta española que se quedó inexplicablemente abortada fue la que emprendió en los 80 Federico del Barrio (del que cuesta olvidar su personaje "León Doderlin"), y que resultó decisiva para la revisión de las estructuras que conceden a la vida su razón de ser.
Afortunadamente, el alicantino Pablo Auladell ha decidido perseverar en algunas de esas preguntas y nos ha entregado el mejor de esos 5 ó 6 álbumes españoles que cada año confieren el suficiente aliento a este medio para que los que creen en sus posibilidades no pierdan la esperanza. A estas alturas, y pese a sus 32 años, Auladell está ya considerado uno de los grandes de la ilustración española. Lo que podía haber sido uno más de esos relatos de corte autobiográfico que proliferan (el recuerdo de un verano en una playa mediterránea y las experiencias de la educación sentimental de un adolescente) se torna aquí en un auténtico retrato del peso del tiempo como razón vital en su doble vertiente, como intuyó Heidegger: del que hay en la vida y del que la vida es, el segundo de los cuales consiste en la inversión del primero.La anécdota de ese hombre que, como "ser de lejanías", se asoma a la luz del mar de su adolescencia y a su fascinación por una ninfa que, como la de Nabokov, debía tener unos doce años, cuando el verano se daba a todos, y ella, Bez, no se daba realmente a nadie, estaba ya esbozada en los trabajos con que Auladell ganó el primer premio del Certamen de Cómic del Instituto de la Juventud en 2000. Pero ahora, con mayor sabiduría gráfica y narrativa, ha capturado mejor los laberintos de la memoria y ese fulgor que se fija a algunos recuerdos iniciáticos.
El paisaje ha sido alterado y la propia ninfa ausente seguramente se vio desposeída del "polvillo mágico de sus alas"con los años, pero en la biografía que vamos agotando se va haciendo una urdimbre de lo auténtico y de lo inauténtico que nos impele a todos a no alejarnos en demasía de determinados aspectos de lo que fuimos frente al imperativo aprendizaje adulto del olvido.