Poesía

Los dones insuficientes

José Luis Parra

12 abril, 2000 02:00

Pre-Textos. Valencia, 2000. 89 páginas, 1.850 pesetas

"Qué error este comienzo tan tardío", escribe José Luis Parra en uno de sus poemas. Y ciertamente sus inicios como poeta no fueron demasiado precoces. Nacido en Madrid en 1944, su libro inicial, Más lisonjero me vi, no aparece hasta 1989. Ello, sin duda, dificultará en un primer momento su consideración como poeta (el crédito que tan fácilmente se otorga a los jóvenes no suele concederse a los noveles de más de 40 años), pero no es el reconocimiento lo que le preocupa: "No queda tiempo, no me queda/tiempo. Escribir es una sombra,/un silencio/de todo lo que quedará/por escribir".

Los dones suficientes es un libro escrito desde la conciencia de que ya se ha vivido lo fundamental y lo único que nos queda es hacer balance y ensayar un gesto digno para la despedida. Una lectura apresurada puede dar una idea errónea de la poesía de Parra. Abrimos al azar el volumen y nos encontramos con este comienzo de poema: "Me dormí por la tarde, deprimido/ por el paso tan rápido del tiempo./ Me pusiste una manta por encima/ y te marchaste". Inmediatamente pensaríamos que nos encontramos ante una poesía cotidiana y obvia, coloquial y tópica. Pero las cosas no son lo que parecen (el propio final de ese poema, "En el sofá", le da un sentido distinto a tan banal comienzo).

El lenguaje de Parra es seco, escueto, sin alardes metafóricos, ni rebuscada pedrería léxica. Basta, sin embargo, leer tres o cuatro poemas para darnos cuenta de que es exactamente el que necesita esta poesía elegíaca, esta meditación sobre el tiempo de una intensidad y una verdad poco comunes.

En uno de los poemas, "Ajuste de cuentas", define Parra sus versos como "falsa autobiografía, deformada,/ que a la verdad más honda/de los mitos aspira". La apariencia de directa confidencia que tienen estos poemas no es más que un recurso literario; el poeta no se confiesa en verso: construye una obra de arte a la vez muy personal y muy impersonal, una confesión que es menos suya que de cualquiera de nosotros, sus lectores.

De las cinco partes que componen el libro, muy estructurado, la segunda y la cuarta constituyen a modo de intermedios formados por un único poema extenso. "Meditación en un aniversario" es el más inolvidable de esos dos poemas, una conmovedora elegía sobre los muertos que siguen muriendo en la memoria: "Todavía esta casa es más tuya que nuestra".

La muerte, que a veces parece menos muerta que la vida, está presente en muchos de los poemas del libro; la muerte, que no siempre parece menos deseable que la vida. Y junto a ella insistentes resquicios de precaria felicidad, o de presentida felicidad, la única felicidad verdadera, según leemos en el poema "Mediodía".
También hay literatura, mucha literatura, propia y ajena, en este libro desengañado y confidencial. El poema "La metamorfosis" vuelve del revés el relato de Kafka. Ahora es un insecto "en nupcias con la luz y vida breve" el que despierta "una mañana gris, lluviosa,/ de pronto convertido en anodino,/ anonadado oficinista/ en una compañía de seguros". No desentonan estos textos más culturalistas en el conjunto; no son adorno, ni mero homenaje, sino otra manera de decir el absurdo de la vida.

El riesgo de la monotonía acecha a toda poesía que quiera reducirse a lo esencial, que nos hable del paso del tiempo, que consista en repetidos ensayos de una despedida, en juegos para aplazar (o anticipar imaginativamente) la muerte. Y es cierto que varios de los poemas de Parra parecen variaciones de un mismo poema, pero en todo el libro un mismo tema -el único que importa- se dice de muchas maneras, con una enorme sabiduría literaria, tanto más eficaz cuanto menos exhibida. Si hubiera que señalar los dos extremos del volumen, un poema como "El auténtico problema" representa el tono más prescindible, por lo directo y despojadamente conceptual de la enunciación: "Quiero vivir, quiero morir. / No; no quiero vivir, ni tampoco morir. / No puedo renunciar ni al Todo ni a la Nada".

El logro más alto, a mi entender, lo representan poemas como "Navidad", lleno de magia y emoción, de memoria y misterio. Ese poema, y tantos otros de Los dones suficientes, acreditan que José Luis Parra, además de un poeta tardío, no tenido por ello demasiado en cuenta en los recuentos, es un poeta de verdad. Me imagino que serán muchos los lectores que no habrán oído pronunciar su nombre; después de leído este libro, les será difícil olvidarlo.