Poesía

Equipaje de mano

Martín López-Vega

10 mayo, 2000 02:00

Acuarela Libros. Madrid, 2000. 189 páginas

Hay libros de libros, libros que valen por toda una biblioteca, y el último de Martín López-Vega (Llaves, 1975) es uno de ellos. Pero también es algo más: una demorada vuelta al mundo en trescientos poemas.

A la manera de Octavio Paz en Versiones y diversiones, o de Víctor Botas en Segunda mano, Martín López-Vega ha reunido en esta miscelánea un buen puñado de poemas ajenos, convertidos en propios por la alquimia de la traducción. Algunos nombres -de Li Po a Pessoa- son bien conocidos de todos, pero abundan los poetas insólitos, nunca antes traducidos al castellano, que a más de un lector le sonarán a apócrifos, como los poetas de lengua yidish Yehoash, Landau o Anna Margolin. Bien es cierto que en alguna rara ocasión LópezVega, imitando a su admirado Kenneth Rexroth (quien en sus traducciones del japonés se inventó a la poetisa Marichiko), ha cedido a la tentación del apócrifo y le ha adjudicado su poética, "Elogio del viaje", a una imaginaria Maria Leitáo: "El mejor viaje del mundo/ es el que lleva de un verso hacia otro verso".

Además de poeta, Martín López-Vega es autor de dos excelentes libros de viaje, Cartas portuguesas y Los desvanes del mundo. Como capítulos, sugerentes capítulos, de esas obras pueden considerarse el prólogo y las palabras previas a cada una de las partes de este muy viajado Equipaje de mano: unos poemas vienen de Amsterdan, donde en una pequeña librería inglesa descubrió con asombro los Love poems from the Japonese; otros, de esa sucursal del paraíso que es la librería Barnes & Noble del Citicorp Center, en Nueva York; Claude Roy fue rastreado en muy diversos lugares, no sólo entre los azorinianos puestos delo Sena, como sería de esperar: Braga, Estrasburgo e incluso en Oviedo... Para Martín López-Vega ningún viaje parece ser un verdadero viaje si no vuelve con algún poema propio, en que dejar constancia de susasombros y sus melancolías (los ha reunido en los libros Travesías y La emboscada) y con un buen puñado de versos ajenos que han dicho antes y mejor lo que él quería decir.

Las cinco partes iniciales de Equipaje de mano espigan, caprichosamente, en siglos de literatura y en docenas de autores. Los poemas de "Tinta china" -Li Po, Tu Fu, Wang Wei- "nos hablan de viajeros que beben juntos mientras llega la noche, saboreando el fugaz vino del instante, diciendo adiós al compañero que han encontrado por casualidad en el camino, y a quien saben que será difícil volver a ver".

"Lunas de papel" reúne una mínima muestra -tanka y haiku- de la evasiva lírica japonesa: "Rocío que se evapora, / un fantasma que desaparece, / luz de un relámpago: otra cosa no somos". Mayor sorpresa ofrecen, quizá, los "Poemas de la India", que en las versiones de López-Vega prescinden de exotismos y vagas mitologías para aproximarse a la concisión de la poesía popular: "Si me quieres,/ ¿qué son todos los dones del mundo para mí? / Si no me quieres, / ¿qué son todos los dones del mundo para mí?". La poesía griega -de Safo a la Antología Palatina- se antologa en "Los dones de las musas". Muchos de estos poemas nos son ya conocidos, pero no nos cansamos de releerlos: cada nueva versión nos permite verlos con otra luz. Poesía popular y anónima, poesía tradicional de muy diversos pueblos, son los "Cantos a la orilla del agua", cantos de indios norteamericanos, de beduinos, cantos angoleños y unos versos croatas, "Noche de bodas" que al autor le tradujo "de viva voz ¡vana Zima una noche en Estrasburgo" (literatura y vida, calle y biblioteca, se entremezclan de grata manera en casi todas las páginas): "Te lo daré todo / durante la vida toda: / pero sobre todo esta noche".

Las siguientes cinco partes están dedicadas cada una a un poeta: el norteamericano Kenneth Rexroth, los portugueses Eugénio de Andrade y Jorge de Sena, el francés Claude Roy y el israelita, de origen alemán, Yehuda Amijai. Son todos ellos poetas viajeros, gustosos de las más diversas lenguas y países. Bastantes de los poemas que López-Vega selecciona no desentonarían entre los propios poemas, sobre todo aquellos que están protagonizados por "la corrosiva melancolía", que dicen adiós, que sueñan con estar en otra parte.

Termina el volumen con una sección especialmente heterogénea, "Oro de vario tiempo y lugar", cuyo título podía ser el del conjunto. El tiempo abarca desde el siglo XIV hasta nuestros días; el lugar, los cuatro puntos cardinales. Cada lector encontrará unos versos que estaban a su espera y que le llevarán a otros versos y otros universos.

Equipaje de mano es un libro y no es un libro: es una biblioteca y un mapa del mundo. Lo firma Martín López-Vega, pero no es enteramente obra suya: han colaborado con él poetas de todo tiempo y lugar. Ningún lector lo encontrará por completo a su gusto; ningún lector dejará de encontrar en sus páginas aquellos versos que llevaba buscando, sin saberlo, desde siempre.