Image: Poesía reunida(1985-1999)

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Poesía

Poesía reunida(1985-1999)

Jon Juaristi

12 julio, 2000 02:00

Jin Juaristi

Visor. Madrid, 2000. 199 páginas, 1.400 pesetas

La poesía de Juaristi está llena de homenajes explícitos, de guiños al lector, de muy varias tradiciones asumidas y personalizadas

Quienes conozcan a Jon Juaristi por su condición de ensayista y por su éxito mediático como ariete contra el nacionalismo, es muy fácil que se equivoquen al juzgar su poesía. A ese equívoco pueden contribuir las propias palabras del poeta, quien, en la nota preliminar a esta recopilación de sus versos, declara considerar a la poesía "un entretenimiento" al que dedica únicamente "las plomizas horas vespertinas de algún raro domingo". Y algo de entretenimiento, de juego casi privado, de ingenio fácil, hay en un autor que inicia tardíamente su obra con un libro de título paródico, Diario de un poeta recien cansado, y que es capaz de eutrapelias como "La casada infiel": "Yo me la llevé a la playa/ la noche de Aberri Eguna,/ pero tenía marido/ y era de Herri Batasuna".

Otros tonos son los que convierten a Jon Juaristi en uno de los poetas más memorables del último medio siglo, un poeta que ha sabido unir a Auden y Unamuno, a Gabriel Aresti y Gil de Biedma, a Larkin y Blas de Otero. Toda su poesía está llena de homenajes explícitos, de guiños al lector, de muy varias tradiciones asumidas y personalizadas.

Procede una de las líneas que se entrecruzan en la poesía de Jon Juaristi de la poesía popular. A ella pertenece, ya en su primer libro, "La canción para recoger el agua solsticial": "En la lluvia de junio/ cómo me eres extraña./ Cómo llenas el mundo/ con tu voz inaudible". El último poema de esta recopilación, el único inédito, se inscribe en la misma línea: "Sobre las ondas/ sobra de garza./ Manos del viento/ desmadejadas". Arte menor, asonancias machadianas, poesía del paisaje y de la intrahistoria, la lección del cancionero popular asimilada y recrear sin incurrir en el fácil y reiterado pastiche.

Otro de los tonos de esta poesía es el del realismo comprometido, una nueva poesía social que no incurre en la simplificación del panfleto. Muchos poemas podían citarse en esta línea, pero me limitaré a aludir al que yo prefiero, "Ruleta rusa", con su acertada recreación de un mundo, la alta clase vasca del franquismo, con su eficaz -por insinuada- denostación del futuro: "Al oírse el disparo/ corrimos todos a la desbandada,/ corzos desparramados/ sobre un tapiz de asunto cinegético./ No fue el azar tan cruel con Ibarreche./ Era el más débil de nosotros. No/ habría remontado/ los malos tiempos que se avecinaban".

Hay también el Juaristi que bordea la falacia patética, el que habla de sí mismo con más conmiseración que humor, el que hace recuento de su vida en "Palinodia" ("No te roce siquiera la piedad, hijo mío"), el que evoca "Las viejas amistades" o el que en una "Noche de Reyes" mira fundirse el hielo en el vaso de malta "mientras sólo la noche le acompaña".

Pero si Juaristi sabe ponernos un nudo en la garganta, también sabe hacernos reír como nadie. Pocos poemas invitan tanto a la carcajada como el antimilitarista "Los tristes campos de Troya", donde el poeta ensaya con singular acierto su comicidad de trazo más grueso. Otro de los clásicos de su poesía humorística es la "Sátira primera (A Rufo)", un logrado monólogo dramático que caricaturiza a dos arquetipos de nuestro tiempo, que satiriza a una generación que en pocos años pasó de los grupúsculos revolucionarios al ejercicio del poder: "Vicente,/ antiguo responsable de mi célula,/ es viceconsejero de Comercio/ con el Partido Popular, y, claro,/ se mueve en otros medios. Otra gente/ parece preferir ahora Vicente".

Enemigo de la poesía pura, de la poesía sin anécdota y sin ideas, música solo, puro juego de connotaciones, Juaristi no duda en llevar al poema materias antes reservadas sólo al ensayo: "Un buen poema debe contener/ al menos una idea indemne./ No sombras, ni proyectos ni carcasas de ideas./ Alumbrar una idea no es tarea/ encomendable sólo al sentimiento". Juaristi es capaz de pensar en verso, de ser más prosaico que nadie, de utilizar un léxico que hasta él no habíamos encontrado nunca en un poema; también de todo lo contrario: de jugar con lo convencionalmente poético, de sacarles chispas novedosas a la vieja retórica, de conseguir emocionarnos con "un poema hinchado de falso modernismo" como el titulado "Elegías a ciegas" que es -según él mismo confiesa- "sólo un pretexto impuro para un tosco retruécano".

Retruécanos toscos y menos toscos hay muchos en esta poesía, que a ratos parece sólo un divertimento, el pasatiempo de un filólogo con algo veleidosa vocación política y nebulosas aspiraciones de filósofo, pero que de pronto nos sorprende con unos versos donde hay algo más que humor, esa forma del pudor, y habilidad retórica: honda, distinta, inolvidable poesía.