Image: Travesía

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Poesía

Travesía

Adolfo García Ortega

20 septiembre, 2000 02:00

Pre-Textos. Valencia, 2000. 72 páginas, 1.850 pesetas

Es éste el trabajo de un inteligente y culto hombre de letras, de un buen lector. Travesía es una obra de grata, fácil lectura, sin tropiezos evidentes, pero también es un libro en buena parte previsible

En 1988, Adolfo García Ortega tradujo para Trieste la obra completa de A. O. Barnabooth, el cosmopolita heterónimo de Valery Larbaud. Que no se trataba de un capricho ni de un mero encargo editorial lo demuestra éste su último libro de poemas, y buena parte de su obra anterior, tanto en prosa como en verso. La poética del viaje es la poética de Barnabooth y es la poética de García Ortega.

Cartas, postales, apuntes de viaje son muchos de los poemas de Travesía: "De Atenas sólo esta imagen te envío:/ unos viejos cipreses sin color/, unos árboles negros crecidos/ en torno a la Biblioteca de Adriano". El riesgo de esta poesía viajera es la superficialidad, un riesgo no siempre evitado por García Ortega. No resulta demasiado raro que el poema se limite a glosar una anécdota, que incurra en la plana descripción sin acabar de levantar el vuelo. Pero no siempre ocurre así: "Edimburgo"se escribe en forma de oración, con un adecuado uso del mecanismo de la repetición hipnótica y de las variaciones que mantienen alerta la atención del lector (quizá el final, suele ocurrir, no esté a la altura del resto).

Alterna García Ortega estos poemas viajeros con otros dedicados a la descripción de animales -"El hipopótamo", "Las hienas", "El ciervo"- entre el prosaísmo de manual de zoología y una ironía que no siempre acierta a darle trascendencia al texto. No faltan tampoco los algo convencionales poemas de homenaje, como los dedicados a Morandi y a Gil de Biedma (muy presente en algunos otros pasajes del libro). Mayor interés presenta "Roma dicha por Pasolini", también intento de interpretación de un mundo ajeno, pero esta vez conseguida con la adecuada mezcla de fusión y distanciamiento.

A menudo da la impresión de que lo poético en García Ortega no es el poema, sino la materia del poema. "Cines" enumera las salas cinematográficas de su infancia y adolescencia -"Capital Roxy, Rubia, Avenida, Rex"- que ya han sido derribadas, que ya sólo existen en su memoria. No parece que el desarrollo de los versos añada mucho a la melancolía que provoca el simple enunciado del tema.

Un puñado de textos destacan sobre el tono medio del conjunto. Yo subrayaría el poema "1938", que lleva el subtítulo de "Divertimento trágico" y que es un epitafio en estrofas de aire manriqueño que deben menos a Manrique que a Manuel Machado. Excelentes resultan también "Oración y testamento" o "Niebla en agosto", este último poema con algo de homenaje al mundo de Juan Luis Panero: "La ventana de un motel de carretera/ y detrás los cuerpos muertos de dos amantes,/ aún no vistos por nadie,/ anónimos, discretos, solitarios,/ casi puros en este estado final/ sobre la cama deshecha, blanda y dulce,/ serena como el tiempo huidizo,/ sublime como una íntima destrucción" (quizá sobre los tres últimos versos del fragmento). Otro poema que merece ser destacado es "Camino de vuelta", menos anecdótico que el resto.

Este libro de Adolfo García Ortega, como buena parte del resto de su obra creativa, plantea algunas perplejidades al crítico. Es el libro de un inteligente y culto hombre de letras, de un buen lector, de un escritor con el que coincidimos en casi todas las admiraciones. Es un libro de grata, de fácil lectura, sin tropiezos evidentes. Pero es también un libro en buena parte prescindible y previsible.

Tal vez se trate de una impresión equivocada, y me gustaría que fuera así. En cualquier caso, hay en Travesía -por encima del correcto cuaderno de ejercicios que es el volumen- un buen puñado de poemas, y eso debería bastarnos. Críticos y lectores, tan benévolos por lo general con los poetas que empiezan, suelen volverse particularmente exigentes cuando el poeta llega a la mediana edad. Y es que en poesía, al contrario que en tantas otras cosas, no basta con ser algo tan poco frecuente y tan admirable como es un buen profesional.