Image: Hacia otra realidad

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Poesía

Hacia otra realidad

Manuel Padorno

29 noviembre, 2000 01:00

Tusquets. Barcelona, 2000. 123 páginas, 2.000 pesetas

Nómada por la poesía española del medio siglo, la obra última de Padorno quizá señale una de las voces más personales y de las aventuras creativas más valiosas de nuestro panorama poético

Manuel Padorno nació en Canarias y vive, de cara al mar, en una hermosa casa isleña en La Playa de las Canteras. A veces hay que conocer determinadas circunstancias biográficas para saber lo que un hombre escribe. De su poesía se podrá decir que encarna perfectamente el cometido que Y. Bonnefoy concebía para la poesía moderna, la de construir un lugar como forma de conocimiento del mundo.

Padorno es un hombre de lugares, un viajero de las contemplaciones que, lo mismo que Lezama Lima con Cuba, ha pretendido con su obra poética crear una "teleología insular", esto es, una manera de habitar poéticamente la realidad donde los elementos isleños (físicos o morales) se convierten en símbolos de una visión y un problema de lenguaje.

Nómada por la poesía española del medio siglo, a la que apoyó editorialmente con importantes proyectos, disperso hasta la década de los 80 en una obra que no acababa de tomar un rumbo definido, su poesía de estos últimos años (en la senda de A la sombra del mar, 1963) quizá señale una de las voces más personales y de las aventuras creativas más valiosas de nuestro panorama poético.

Personalidad y aventura creativa que vuelven a darse cita en esta Hacia otra realidad, su última entrega. Poeta de la materialidad hecha metafísica, de la geometría hecha alucinación es, como todo buen isleño, un visionario y un alucinado capaz, como Blake, de ver la eternidad en un grano de arena. De la estirpe del Juan Ramón posterior a 1916, sus contemplaciones son siempre aventuras del espíritu y sus imágenes manifestaciones del conocimiento, un conocimiento que sólo se puede dar en el poema. Precisamente la arquitectura de Hacia otra realidad se crea a partir de imágenes, de imágenes que se desarrollan en las siete partes del libro: el mar como maquinaria, el mar como campo, como jardín, como ciudad del otro lado, la percepción en metamorfosis del cuerpo, las ciudades y las personas sometidas al extraño orden de lo soñado. Realidad y sueño, razón y éxtasis se entrecruzan continuamente como ámbitos de una nueva experiencia que intenta trascender el espacio de lo insular. La luz, la mañana atlántica, la playa, el viento, el cuerpo son mucho más que impresiones reales pues intentan describir los elementos de una ontología existencial.

Esa trascendencia, sin embargo, es en él una aventura del pensamiento, una suerte de llevar la materialidad hasta su límite, algo que, de otra manera, ya hiciera Francis Ponge. Por eso la reflexión sobre lo insular no es nunca limitada, sino un punto para señalar un lugar habitable, un lugar para trazar las líneas del propio rostro. No es extraño entonces la contemplación que hace del propio cuerpo, del cuerpo como elemento de la percepción de la realidad.

Padorno, como idealista con los pies en la tierra, sabe que sólo leyendo los signos de la realidad puede llegar a ese "espacio nuevo" donde el tiempo es distinto. Y asume que esa es la única labor de la poesía. Sus contemplaciones hay que verlas por eso en el marco indagatorio que se crea en el poema. Un poema que somete a la realidad a sus propias leyes, sea mediante la narración sorprendente, mediante la imaginación expresiva, mediante las asociaciones insólitas (sus textos, muy contenidos están estallando siempre por la acumulación de recursos). El poema es la única cosecha que se trae de ese trabajo con "el otro lado", lo único que, para el poeta moderno, le salva de esa derrota idealista de querer conocer lo desconocido.

Hacia otra realidad puede ser considerado un poema único y en ese sentido un fragmento de su obra total. Padorno es poeta que opera por acumulación y por repetición, un poeta que traza variantes sobre sus obsesiones. Poeta de los elementos simples, quiere hacer de la palabra un ámbito no sometido a referencias culturales, lo mismo que ese mar Atlántico que observa desde las ventanas de su casa, sometido sólo a su propia presencia. Pero traza con su propia tradición (de San Juan a Juan Ramón pasando por Domingo Rivero) una suerte de homenaje y profanación, de aprendizaje de limpieza.
"He visto por la vida y el sueño muchas personificaciones del ansia lírica" escribió el poeta de Moguer. Quizá por la tenacidad en una escritura incesante como la desarrollada por él en estas últimas décadas, por su afán solitario, por su vida cabezona del que aún confía en el arte, Padorno es una de esas personificaciones en las que hay que detenerse y escuchar.