Poesía

Metafísicas

Antonio Moreno

9 mayo, 2001 02:00

Pre-Textos. Valencia, 2001. 61 páginas, 1.300 pesetas

Sin demasiado eco, pero con el seguro aprecio de unos pocos, el alicantino Antonio Moreno (1964) ha ido publicando una serie de libros caracterizados por su tono asordinado, su realismo metafísico, su insistente y coherente visión del mundo. Si no en Los nombres y el tiempo (1989), que el autor ha retirado de su bibliografía, ya en Libro del yermo (1993), atinadamente prologado por Prieto de Paula, estaba el poeta todo entero, sin otra belleza que la exactitud. Dos libros de prosa autobiográfica, Alrededores (1995) y Partes de un todo (1999), prolongan la obra poética de Moreno.

Solitario, ensimismado, paseante sin rumbo lejos del centro urbano, de la aturdidora civilización contemporánea, el protagonista de los versos y las prosas de Moreno se siente de pronto sorprendido por "la realidad a solas, irreductible, difícilmente comunicable". Sabe que la escritura "es un acto ingenuo de todo punto inútil"; a pesar de ello, procura "transformar en palabras el vigor con que se revela la pared combada de alguna casa antigua, [...]; el paso de los viejos, el de la nueva vida", según nos indica en el capítulo final de Partes de un todo.

"Por un instante fantasea un poco", comienza el primer poema de Metafísicas, pero hay escasa fantasía, o lo que habitualmente se entiende por tal, en la poesía de Antonio Moreno. De cotidianidad y misterio están llenos estos poemas últimos, semejantes en eso a los anteriores suyos. Como Sánchez Rosillo, como A. Cabrera, Moreno vuelve una y otra vez sobre los mismos temas, sobre lo único que le preocupa: "la dicha tan simple de estar vivo", el enigma siempre presente de que hemos de dejar de estarlo.

En "Un poema" resume Moreno la mayoría de sus composiciones: "El argumento es siempre bien sencillo:/alguien que un día se levanta pronto,/que, ilusionado, sale de su casa/o de cualquier lugar ajeno, y mira,/mira las cosas como renovadas/y él con ellas, sintiéndose así unido/en cierto modo al tiempo; el contrapunto,/sin embargo, también es muy sencillo:/hay en la luz oscuridad, la sombra/perpleja de los otros que miraron/tanta belleza viva y ya no están".

La manera de hacer de Moreno tiene también sus riesgos. Tras la lectura de Solar antiguo (1996) y de Visión del humo (1998), quizá su mejor libro, Metafísicas no da una impresión de necesidad en todos los poemas, a veces parece que se insiste demasiado en la reiteración anecdótica. Defraudan un tanto los poemas más extensos: "Las dos renuncias", fábula en exceso explícita; "Metafísicas", el poema que da título al libro, borroso eco de las meditaciones rurales machadianas que termina con una banalidad, quizá deliberada. Aunque al lector apresurado le pueda parecer que Moreno ha dicho ya todo lo que tenía que decir, hay en Metafísicas un puñado de poemas que salvan el libro; son los que sorprenden "el brillo de la luz en cada objeto/diciéndonos adiós mientras nos vamos", nos ponen de nuevo frente al abismo vertiginoso de la noche estrellada, reflejan "un cotidiano asombro" ante el mayor de los misterios, que no es el de la muerte, sino "la claridad entre los dos vacíos", el hecho de vivir.