Tiempo
Juan Ramón Jiménez
6 junio, 2001 02:00Estas tres publicaciones ofrecen visiones unitarias y distintas del animal literario que fue desde siempre su poliédrico y polimórfico y evolutivo autor
Tiempo es, en cambio, otra cosa: es un diario simultáneo de la conciencia poética y artística del escritor. En él JRJ ve sus sueños, sus vigilias y sus pesadillas como un "ideal cine interior abstracto", como "sucesos sin sucesión" y teoriza sobre el monólogo interior y el realismo mágico haciendo pertinentes observaciones sobre Joyce, Perse, Pound y Eliot en las que explica que su monólogo es "la ocurrencia permanente desechada por falta de tiempo y lugar durante todo el día": una verdadera fuga, una rapsodia constante como los escapes hacia arriba de fuegos de colores. Explica sus preferencias en la música: Toscanini, Bruckner, Sibelius, Mahler, Brahms, Schünberg y Richard Strauss. Hace precisiones sobre el romance de Lorca que según él "tiene de lo popular lo plástico y lo pintoresco"; el de Antonio Machado, que posee lo épico y corriente; y el suyo propio, que según él mismo, se distingue por "lo lírico, lo musical y lo secreto". Sonríe sobre Ortega, Azorín y Ricardo León, a los que satiriza en las partes más débiles de su gusto; lanza su artillería contra Bergamín y los "jóvenes escritores que venían a nuestra casa con corsé, calcetines de seda y bordados, pulseritas, polvos y una hoz y un martillo de oro en la corbata". Reconoce a Gerardo Diego y destroza a León Felipe, del que dice que se llamaba "Felipe Camino de la Rosa, y qué se yó qué enredos traía con su nombre". Luego -añade- "se quitó la Rosa, luego, el Camino, luego se puso el León"; expresa su nostalgia de España y su soledad en medio de un exilio en el que todo parece que lo desconoce. Comenta las muertes de Joyce y de Besteiro, evoca a Cipriano Rivas Cheriff y a Azaña y elogia al general finlandés Mannerheim y dice que nuestra vida es una representación teatral, la única comedia o tragedia que es al mismo tiempo teatro y verdad. Se retrotrae al Washington Square del año 16 y llega hasta lo que llama memoria de su matriz doliéndose de la ausencia "obligada por la injusticia, vigilia de ahogo y tortura del buey de Franco". Se manifiesta en contra de la segregación racial e insiste en que "para ser un artista verdadero, para llegar a la plenitud de una vocación, hay que ir dejando todo lo menudo de la vida y aumentarse sólo con lo grande". Reconoce haber sido injusto con Huidobro y Víctor de la Serna y critica el " innecesario bizantinismo" de Ezra Pound, de Eliot y de toda la poesía inglesa moderna, en la que no ve sino un exceso de cita clásica y de alusión "a países más o menos exóticos". Los compara con Guillén y Salinas, a los que acusa de construir "sus estrofas con hallazgos ajenos superpuestos". Lanza sus pullas contra Ramón Gomez de la Serna, al que llama imperialista histérico, y contra Rilke, al que pone por debajo de Hofmannsthal y de George: "no creo -escribe- en la experiencia de Rilke ni me gusta demasiado la parte de su poesía que es experiencia". Apunta su artillería contra Cervantes, Calderón y Pérez de Ayala. Salva su Andalucía universal y expone su teoría y sentimiento de lo que llama "el dios absoluto" concebido desde su sensibilidad y su inteligencia. Tiempo es un texto que necesita introducción y notas, como los que, con rigor y celo, les ha puesto M. Juliá. Los tres apéndices con que se adorna no son igual de necesarios: el segundo es un extracto de los aforismos de Ideolojía editado por Antonio Sanchez Romeralo en 1990 y que sólo en parte puede comprenderse transferido aquí.
El último de estos tres volúmenes tiene dos partes: una que incluye textos de Zenobia y Juan ramón y otra de destacados especialistas que iluminan puntos muy concretos del modernismo, del simbolismo y la metafísica del yo en Juan Ramón. El resultado de estas investigaciones es convergente: apunta al carácter general del modernismo frente a lo que Ricardo Gullón con exactitud denominó "la invención del 98".