Image: Extraños en el paraíso

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Poesía

Extraños en el paraíso

Ángela vallvey

27 junio, 2001 02:00

Biblioteca Nueva. Madrid, 2001. 60 páginas, 1.000 pesetas

Según la nota de la contraportada (que suele ser atribuida al editor, pero estar redactada por el autor), Ángela Vallvey cierra con esta obra la trilogía que inicia Capitanes de niebla y continúa El tamaño del universo, su mejor libro. Tras el mar y el cielo, que inspiran los títulos anteriores, los versos de Extraños en el paraíso volverían su mirada "sobre el espacio terrenal de la historia, en el que guerreros, geómetras, viajeros o poetas comparten un idéntico anhelo".

Carece Extraños en el paraíso de la unidad de tono -narrativo en un caso, reflexivo en el otro- que caracteriza a los libros precedentes. Los mejores poemas son los más líricos y los más breves, como "Visión de la lejanía" y "Cantanto bajo la luna": "No hay en el Universo espacio suficiente./Mi pensamiento apenas puede hurgar/ entre las nubes, y la brújula/me indica que un vacío/vano, inconmesurable,/ha rizado el color/de la aurora".

Pero hay bastantes poemas que disuenan del conjunto, quizá formado apresuradamente. Sobrarían textos circunstanciales, como la "Despedida de un marinero en tierra", y largos poemas narrativos -"El jefe de los longobardos"-, no se sabe si escritos en serio o en broma, pero en cualquier caso sin peso poético. En "La ley de la gravedad" da Vallvey otro quiebro y parece acercarse a los presupuestos del realismo sucio: "Míralo, ése era/mi hombre. Antaño me pegaba./Me quiso. Me decía, tú eres la mejor/de todas las putas de la Tierra,/aplica tus labios al reposo/de este cuchillo carnicero".

Libro de tentativas, de esbozos, de borradores de poemas, el último de ángela Vallvey. Eso lo convierte en una obra especialmente participativa. Ya en el primer poema, "Rig-Veda", nos encontramos con los siguientes versos: "Si todo lo mata la muerte,/¿no habrá quien pueda/acabar con ella alguna vez?" No se ve muy bien qué relación hay entre la oración condicional y la pregunta. El lector recuerda entonces un famoso soneto de Donne y le parece que esos versos quedarían mejor expresados de otra manera: "Si todo muere,/¿no morirá la muerte/ también alguna vez?". El procedimiento es el mismo que Vallvey aplica en el poema "Palimpsesto", donde reescribe un poema feminista de una poetisa china de la dinastía T"ang: "¿Es siempre triste ser mujer?/Los niños varones/estiran los brazos como ángeles/que cayesen del cielo..." En Versiones y diversiones ya ofreció Octavio Paz una lectura de ese poema: "Qué amargo haber encarnado en mujer./Nada más bajo en esta tierra./Como a un dios que escoge ser hombre/reciben al recién nacido". Víctor Botas, en Segunda mano, se atrevió a corregir a Paz: "Qué duro ser mujer. Nada más bajo/en la tierra. Reciben al varón/como a un dios que encarnara..."
Todo poema es un palimpsesto, ciertamente; cualquier poema se escribe sobre la huella de poemas anteriores. Pero el resultado debe darnos una impresión de inevitabilidad, de que lo que se nos dice no podía haber sido dicho de otro modo, algo que no siempre consigue Vallvey en los textos de este volumen.

El segundo poema, "Historia de amor truncado", comienza así: "Como no soy campesina/y corto el trigo donde crece,/al verte por primera vez/sentí la furtiva alegría de los pitagóricos/ tan felices al descubrir/la existencia del dodecaedro/que, un instante después, lo declararon/secreto". ¿Qué tiene que ver el ser o no campesina con sentir la alegría de los pitagóricos? ¿Qué relación hay entre ser muy feliz y declarar algo secreto?

En Extraños en el paraíso no acaba de cuajar la mezcla de reflexión y cotidianidad, de culturalismo y prosaísmo, de lirismo y humor. Más que un libro, es el borrador de un libro. Un puñado de excelentes poemas -que no desmerecen junto a los de El tamaño del universo- se entremezclan con temerarias tentativas, más menos felices improvisaciones, curiosos ejercicios, todo ello necesitado de una rigurosa y exigente revisión final.