Image: Uno es el poeta. Antología

Image: Uno es el poeta. Antología

Poesía

Uno es el poeta. Antología

Jaime Sabines

27 junio, 2001 02:00

Ed. Carmen Alemany Bay. Visor. Madrid, 2001. 140 páginas, 1.200 pesetas

Ezra Pound, siguiendo, a su modo, cierta tradición, determinó lo que hoy calificaríamos de canon personal de la poesía. Ciertamente, hay muchos poetas que han alterado, en diverso grado, el curso del género a lo largo de la historia: desde Homero o Dante a Petrarca, Baudelaire, Keats, Hülderlin, Ruben Darío, Pablo Neruda o Huidobro. Otros, en cambio, han seguido otros propósitos, sin pretender deslumbrarnos con su "genialidad" (porque no la tuvieron), pero sin lograr tampoco la audiencia que merecerían. La historia les reserva todavía unas pocas líneas o una simple mención. El mexicano Jaime Sabines (1926-1999), situado en la "generación de los 50", semejante en algunos de sus rasgos a quienes en España se les designa también con idéntica denominación, no es poeta equiparable a Octavio Paz o a los nombres antes mencionados. Sin embargo, estos poetas que parecen escribir en un registro menor, resultan, en ocasiones, más íntimos y menos apabullantes. Están más cerca de nuestra forma de ser, de manifestarnos, de nuestra vida. Y, si como Sabines, buscan la complicidad del lector a través del lenguaje coloquial, del rasgo de humor, del ingenio; pero también del dramatismo, de una concepción del amor que es muy de nuestro tiempo, de la muerte dejan el segundo plano para figurar, con justicia, en una primera línea personal.

La antología que ha realizado Carmen Alemán Bay ofrece los diversos registros de la obra de Sabines, para mi gusto, uno de los poetas inolvidables del actual panorama en lengua castellana. Sus libros fueron definiendo, desde sus comienzos, una voz personal que cala en lo más hondo: Horal (1950), La señal (1951), Adán y Eva (1952), Tarumba (1956), Diario semanario y poemas en prosa (1961), Yuria (1967), Maltiempo (1972), Algo sobre la muerte del Mayor Sabines (1973), así como Otros poemas sueltos (que corresponden a los años 1973-1994). La selección es oportuna, aunque lamentablemente breve. No cabe sino estar de acuerdo en que, tal vez, el libro unitariamente más representativo del poeta, el más eficaz, desde la perspectiva de un determinado género, como apunta la antóloga respecto a la elegía poética, es Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, su padre, siguiendo la senda que abriera ya Jorge Manrique, aunque la muerte resulte fruto de la más dramática actualidad hospitalaria.

Sin embargo, Sabines resulta también un gran poeta del amor: "Los he visto a menudo/-a ellos, a los enamorados-/en las aceras, sobre la yerba, bajo un árbol,/encontrarse en la carne,/sellarse con los labios./Y he visto el cielo negro/en el que no hay pájaros,/y estructuras de acero/y casas pobres, patios, lugares olvidados./Y ellos, constantes, tiemblan,/se ponen en sus manos,/y el amor se sonríe, los mueve, les enseña,/igual que un viejo abuelo desengañado". "Tía Chofi", un excelente poema de 1951, puede entenderse como precedente de la elegía de 1973, serie poemática, aunque de carácter unitario, que confirió el mayor prestigio al poeta. En Yuria descubriremos su admiración matizada por la Cuba que observa "in situ". Pero, más tarde, antes de que el cáncer apareciera en el horizonte de su vida, el poeta se tornó más escéptico e igualmente provocador. Supo descubrir siempre la frase adecuada, próxima al coloquialismo. Buscó la prosa en 1961, aunque mantenía el ritmo y aún el verso: "Uno puede llorar hasta con la palabra excusado si tiene ganas de llorar". "Tarumba" fue su otro yo con el que también se manifestaba y que admiró Paz, quien le había ya considerado como "uno de los mejores poetas contemporáneos de nuestra lengua". Le parecía instalado en su caos personal y le recordaba el expresionismo de G. Benn. Incluso llegó a escribir en 1972 que: "encontró la antipoesía antes que Nicanor Parra y descubrió, con menos retórica y más fantasía, las violencias y los vértigos del prosaísmo muchísimo antes que el cardenal Ernesto. Humor como un puñetazo en la cara redonda de la realidad..." Exageraba quizá Paz en cuanto a las referencias cronológicas, pero su gran olfato le permitía advertir que la poesía de Sabines seguiría creciendo y apliando el núcleo de sus contados aunque devotos lectores, entre los que me cuento. A quienes no conocían su obra les llevará hasta la librería más cercana o a Internet y hacerse con algo más de una producción hasta ahora poco divulgada y que el lector español interesado por la poesía no debería perderse.