Image: Poetas del Novecientos

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Poesía

Poetas del Novecientos

José Luis García Martín

4 julio, 2001 02:00

Fundación BSCH. Madrid, 2001. 2 tomos (318 + 369 págs). 4.000 pesetas

Como decía Salinas, lo importante en una antología es su "criterio general, la cantidad y calidad de las poesías escogidas". Poetas del Novecientos lo tiene y lo cumple: contribuye a un mejor conocimiento de la literatura y la realidad, como en el caso de Bergamín

Decía Salinas que "la actividad espiritual es una forma constante de elegir", lo que supone que vivir es estar haciendo continuamente antologías. García Martín ha hecho ya unas cuantas, pero de ésta de ahora no puede decirse que sea una más. Y ello porque esta vez no se ocupa de un objeto inmediato y en movimiento sino de un período tan lejano que parecía casi cerrado ya. En ello, más que en la selección en sí, consiste el interés de su propuesta: en revisar una nómina, paralela y coetánea a los nueve o diez nombres con que la inercia crítica suele identificar la llamada generación del 27, y en revisitar la condición de una escritura que ni en su pluralidad deja de mostrar todos sus tics de escuela, de estilo y de época.

Más que la revisión de un canon, estos Poetas del Novecientos suponen una relativización de "la sociedad limitada" que quiso ser una parte significativa y mayor del 27. Y, por eso, lo que aporta es una ampliación de capital: la suficiente como para que el lector vea la diferencia que existe entre ella y esa otra parte de sí misma que la incuria y la pereza intelectual -pero no sólo ellas- han ido reduciendo a una vida literaria anaerobia o anónima. Lo que de hecho se rescata aquí no es el otro 27, que ya había sido rescatado, sino los otros 27 que flotaban en la misma superficie que los más irredentos ultraístas, las primeras manifestaciones literarias de lo que, en las artes plásticas, se ha dado en llamar "espíritu de 1925" y los más avanzados escorzos de la "generación del 36". De ahí el acierto de su nombre como antología; y de ahí también los límites de su selección.

Incluye ésta sólo poetas nacidos entre 1890 y 1910: el primer tomo se extiende de Fernando Fortún a Rafael Porlán; el segundo, de Guillermo de Torre a Ramón Gaya, hasta completar un total de 43 nombres de tan varia fortuna como distintos lirismo y calidad. Camín quedaría mejor representado si su presencia aquí -que se entiende casi tan poco como se explica- hubiera quedado reducida a su poema "Café en la Corredera" cuyo valor histórico completa "Tertulia de Pombo", de Vighi, otro poeta excesivamente representado aquí. La selección de Rogelio Buendía es muy roma y no da cuenta ni de las interesantes aportaciones léxicas que hizo ni de esa otra línea que aunaba modernidad lírica y cotidianeidad social. Se hace justicia a Valdivieso y menos, creo, a Antonio Espina. Se define con exactitud a Sánchez Mazas, cuya poesía "está siempre a un paso del benemérito pastiche". Se desdibuja la imagen de Bacarisse, alguno de cuyos datos biográficos no es correcto. Pero se ofrece una exacta idea de Sánchez Saornil. Tampoco Adriano del Valle sale muy favorecido. Pimentel hubiera quedado bien representado en "El viaje" y "Calma", que cifran las mejores claves de su producción. A Laffón y Bergamín se ha sabido representarlos. Morón no da la talla para ser incluido. Pemán, sí y, por eso, debería aparecer con muchos más poemas. De Domenchina podrían haberse suprimido las décimas. Concha Méndez tiene su adecuado lugar, lo mismo que Rosa Chacel y Rafael Porlán. Guillermo de Torre tiene menos significado poético que histórico, pero su inclusión aquí es obligada por el volumen de ideas que movió. Garfias ha sido muy bien seleccionado y, también, Juan Sierra. La presencia de Quiroga Pla es la necesaria. Ciria nunca llegó a ser una realidad. En cambio, Foxá es una mina y su selección -como la de González-Ruano- está pero que muy bien hecha. Eugenio Frutos queda aquí algo desleído. Rejano resulta bien representado. De Hinojosa se ofrece una excelente selección que suscribo y otro tanto puede decirse de Romero Murube. La introducción a Gil-Albert es pobre, pero la selección, no. Champourcín no desentona salvo en el número de poemas elegidos. García Cabrera está muy mínimamente representado: es el caso contrario a Rolán. Josefina de la Torre está como una anécdota y Carmen Conde, como un guardia civil. De Elena Martín Vivaldi se transmite su esencia, y del gran Muñoz Rojas, el espesor de su creciente calidad. Díaz-Plaja constituye una grata sorpresa y Basilio Fernández, un hallazgo feliz.

De álvarez Piñer se subraya más una vertiente de su obra, y de Gaya se recibe la fuerza de su totalidad: la suya es una de las mejores obras plásticas y poéticas que hoy se hacen. Hay una errata importante en la bibliografía general donde se llama Santiago Fortuna al profesor Santiago Fortuño y un error en lo relativo a la fecha de la segunda edición de Primavera en Eaton Hasting de Garfias. Pero la antología está muy bien documentada y recoge las referencias más recientes: incluso las del año 2001. Como decía Salinas, lo importante en una antología es su "criterio general, la cantidad y calidad de las poesías escogidas". Poetas del Novecientos lo tiene y lo cumple: nos acerca el aroma del tiempo del que trata, salva una serie de nombres y contribuye a un mejor conocimiento de la literatura y la realidad.