Poesía

Gris perla

ANDRÉ PIEYRE DE MANDIARGUES

19 septiembre, 2001 02:00

Trad. Manuel Martínez Forega. Olifante. Zaragoza, 2001. 111 páginas, 1.500 pesetas

Fue un gran hombre de las letras francesas, cuando todavía esa literatura era sinónimo de refinamiento, alteza y libertad. Pieyre de Mandiargues (1909-1992) fue un maestro del relato breve, poeta y crítico de arte.

En España solo se ha traducido su novela La motocicleta y una colección de cuentos, La marea y otras narraciones, quizá porque esa que da título al conjunto -La marea- fue uno de los Cuentos inmorales (acaso el mejor) la película de 1978 de Walerian Borowczyk, icono de aquella época en que el cine -y otras artes- buscaban el atrevimiento...

No es exagerado decir que la extensa obra de Mandiargues, que se abrió en los mediados años 30 (con los poemas de L’Âge de craie) y se cerró con su muerte, es casi desconocida para el lector español, acaso porque a Pieyre de Mandiargues, siempre refinado, le gustaba hablar de sexualidad de muchachas adolescentes y de otras muchas sutilezas en gama erótica. No en vano su novelas, L’anglais décrit dans le château fermé, está dedicada a la Sociedad (secreta) de los amigos de Beardsley, el esteta turbio por excelencia...

Gris perla es su último libro (lo publicó muy poco antes de morir): la obra de un escritor lleno de oficio pero mayor ya. Amigo de algunos surrealistas (especialmente de André Breton) aunque nunca participase activamente en el surrealismo, en su escritura poética hallamos huellas de ese surrealismo huido, así como pinceladas de un simbolismo que nunca abandonó el siglo XX. Poemas delicados, sutiles en su punto de vista, con el oriente gris refinado de las perlas, el culto a la femineidad que profesó Pieyre de Mandiargues aparece en muchos de ellos, desde la celebración de algunos nombres, amantes, amigas, mujeres de seda y ardor, hasta los sueños sadomasoquistas: "trémulo rogando y suplicando/en torniquete que ella apretaba/hasta redoblar el placer...". Un hombre mayor, siente benignamente despedirse del mundo, recuerda la libertad y la belleza -los cálidos resplandores de la belleza, como un "broquel de violetas"- y piensa en cuadros amigos, música querida, una Europa que fue la suya (mezclada con el mito), "nuestra festiva Europa", ya conclusa: "Llévanos contigo sobre las aguas/a nosotros que quizá no somos/sino el eco tenue de tus placeres pasados". Confiado en la carne lujosa, en la ardiente belleza y en el arte, el viejo puede esperar "el silencio blanco" y un último resplandor: "Iluminad una vida que declina".

Quizá no estemos ante un poeta de primera pero ciertamente Gris perla es un libro de delicada elegía personal y exquisita. La edición es bilingöe y Manuel Martínez Forega ha traducido bien, aunque -acaso inevitablemente- perdiendo los tenues grises perla sonoros del poeta, que escribe en verso libre pero mezclando, en busca de un son suave, alguna rima clásica, ritmo y aliteraciones que la traducción pierde, aun quedando un castellano literario y fluido. Un final que puede ser el principio para conocer a un autor singular y sugerente.