Image: Me amarás cuando esté muerto

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Poesía

Me amarás cuando esté muerto

Leopoldo María Panero

17 octubre, 2001 02:00

Habitante de los psiquiátricos, protagonista de las más escatológicas y absurdas anécdotas, desopilante y mordaz, Leopoldo María Panero (Madrid, 1948) es el mejor ejemplo del poeta entendido a la antigua usanza: un personaje más o menos excéntrico y llamativo que se esfuerza tanto en elaborar su personaje como sus versos. Pero sobre todo es el autor de algunos de los poemas más emocionantes de entre los escritos durante los últimos años. De su nuevo libro, Me amarás cuando esté muerto (Lumen), escrito en colaboración con José águedo Olivares (Las Palmas, 1954) y que sale mañana a la venta, extraemos algunos ejemplos de una poesía desgarrada en el verso porque antes lo fue en la vida, versos tan capaces de dejarnos solos ante la más fría verdad en el momento de la lectura como de acompañarnos, después, ya para siempre.

Insultos de un sátiro

Y no temo al dolor cuando la nieve reina
no temo al esqueleto en flor de la miseria
a aquellos que escupirán sobre el sepulcro de sedas negras
en el obsceno laberinto impensable
y ya el gusano reinará sobre la nieve
como la desnuda calavera de Yorick ante mis dientes
no temo al dolor cuando la nieve llegue
y el esqueleto dibuje las letras de mi muerte
en el obsceno proscenio de los que babean
detrás del soberano culo inalcanzable
risa desolada que envuelve mi mortaja
y no temo al dolor cuando la nieve reina.

Epitafio en la arena

Una copa de ceniza apuro en la hora amarga
cuando el viento viene a buscarme
y una mujer asomada al balcón observa mi cigarrillo
desde el que cae la ceniza
escribiendo algo así como un nombre
y ríe, ella ríe igual que la muerte
en el palacio de la sombra
como un oro inútil sobre el que cae la ceniza.

Anima mundi

La destrucción fue mi Beatriz
Stéphane Mallarmé

Oh el vuelo de las águilas sobre el suicidio
sobre la boca luminosa
luminosa y blanca de la muerte
que devora los peces shakesperianos
agonizando en la playa
oh Manhattan fabuloso en la retina del náufrago
cuando llegue la locura al papel
y el cuerpo a su tumba
oh, pájaro al que llaman destrucción
oh la pupila siniestra que nada ve
sino el vuelo del pájaro sobre la tumba
simulando el poema
fingiendo que aún escribo
oh, pájaro al que llaman destrucción.

Metempsicosis II

Ah, el rito antiguo de mirarse a la cara
de mirarse a los ojos y ya no ver nada
nada más que un animal sin ojos que se arrastra
a través de la página buscando únicamente
el extraño rito de no ver nada.

Para no morir
Farei un vers de dreit nien

Para no morir está el cante
y si el cante ya no vive
para no morir está la fuente
y el vino de la miseria que fluye
a borbotones por la quimera quebrada
diciendo su nada, su miedo al miedo
mientras beso el peludo cuello de un caballo
c’ainsi fut trobatz en durmen sobre chevaux
y besando el peludo cuello del caballo
como un monje arrodillado ante un mono
haré un verso para la sombra
haré un verso de pura nada.

La ciencia del verso

Oh, belleza inútil del poema
pues todo poema significa nada
y el poema es el dios más siniestro que existe
más terrible aún que la belleza
más horrible que el pecado
y tan blanco como el miedo.

Yo que busco entre la ciénaga mi rostro destruido

¿Qué es la sombra y qué es la luz?
¿Qué es el viento que destroza mis labios?
¡Yo que busco entre la ciénaga mi rostro destruido!
y no hay ala de cuervo para mis ojos
no hay rosa fría para mis dientes
sino una hiena riendo sobre mi tumba
y un dios ensuciando con excrementos mi vida
¿Qué es la sombra y qué es la luz?
Y qué el fantasma detrás de las paredes
que llora y ríe agazapado en el espejo
aherrojado de cadenas invisibles
oh Fortunato ¿no oís el resonar de los cascabeles?
Nunca hallaréis el lugar de mi tumba
el lugar exacto de mi tumba
que es el poema.

Apariciones

El sueño de los espectros en la hora infame
que es todas las horas
aceza perseguido por el bosque
universo de ramas de imposible refugio
que divisa en la copa más alta
el animal errabundo implorando al poema
como el hombre aquel al que amaban los árboles.

El ojo fúnebre

Todas las águilas del poema borraron mi nombre
y mi boca que aún susurraba como un pez
shakespeariano en la sombra
danos oh dios, la madre y la cuna
la cuna del olvido que es la madre del hombre
oh orillas del Leteo, orillas de la sombra
donde el diablo propone a los condenados
una partida de ajedrez con la sombra.