Image: Desandar lo andado

Image: Desandar lo andado

Poesía

Desandar lo andado

JORGE RIECHMAN

17 octubre, 2001 02:00

Hiperión. Madrid, 2001. 101 páginas, 1.200 pesetas

Poesía y teoría quiere aunar el prolífico Jorge Riechman en este su último libro. "Algunos autores radicales se dispensan de la teoría", acusa Max Horkheimer en una de las muchas citas que encontramos al frente del volumen; Riechman no se dispensa, y por eso sus textos se aproximan más al ensayo y al aforismo que al poema.

Comienza el libro tratando de definir al poeta: "En castellano se llama buscarruidos a la persona inquieta, un punto pendenciera. De repente, qué atinada definición del poeta: un inquisitivo buscarruidos". Autor radical, crítico, comprometido, Riechman quiere hacer poesía social de manera menos simple que los viejos comunistas. El rechazo se hace explícito en el apólogo "Realismo socialista": "El óleo [...] denuncia la brutalidad de los explotadores"; quiere comprarlo "un hombre muy rico", "porque [...] muestra cómo hay que tratar a los indios". La moraleja con que concluye Riechman tiene algo de autocrítica: "He escrito alguna vez: si te leen estúpidamente, comienza a preguntarte qué clase de estupideces escribes".

La crítica radical de Riechman al mundo contemporáneo, cuando no se pierde en generalidades y abstracciones, resulta un tanto ingenua. "La tierra leve" es una protesta indignada ante la entronización de Jönger en El Escorial (simplemente se le dedicó un curso con motivo de su centenario). El lector (leyendo quizá estúpidamente) se pregunta si de lo que se trata es de no elogiar jamás los aspectos positivos del escritor relacionado con el fascismo (aunque renegara de él) y de no aludir nunca a los negativos del que ha sido comunista (aunque lo fuera en tiempos de Stalin). En Jönger el valor personal y el valor literario carecen de mérito: "Jönger tenía cojones: circunstancia que sólo impresiona a los capados"; "Jönger escribe bien: ¿no es cierta competencia profesional lo mínimo que vamos a pedir a un escritor?" Pues ese mínimo no lo cumplen la mayoría de los escritores (ni la mayoría de los profesionales).

No pretendo discutir las ideas políticas de Riechman. Sí disentir de la tosquedad con que a veces se asoman al texto. La experiencia que se nos cuenta en "Autocar Madrid-Granada" podía haber servido para escribir una "Carta al director" o para pedir el libro de reclamaciones. El poeta viaja leyendo las cartas de Miguel Hernández. La conclusión aúna costumbrismo y protesta: "Levanto los ojos y me abofetea la película musical norteamericana, humillante como arrope envenenado. No quedan [...] autocares sin vídeo en la línea Madrid-Granada". ¿Molestaría menos la película si no fuera norteamericana? Quizá no, pero la protesta contra la compañía no podría convertirse en una protesta contra el imperialismo yanqui.

Las opiniones (respetables) y los sentimientos (buenos) son lo más prescindible de Desandar lo andado: "Hay quien dice: ¡me cago en las vanguardias y en la madre que las parió!, sencillamente por no tener que decir: ¿por dónde se sale a la noche, al árbol mineral del cielo, a la resonancia de la primera pregunta?". No sé si alguien habrá dicho alguna vez esa escatológica frase sobre las vanguardias, pero afirmar que lo hace por no tener que preguntar por dónde se sale a la noche, etc., parece una licencia poética excesiva.

Las vagas notas teóricas y la crítica al mundo contemporáneo es posible que sea lo que más interese a algunos lectores de Desandar lo andado. Otros preferirán ese extraño poema de amor que es "El esplendor de la metamorfosis", la danza con antorchas que evoca "En la noche de Bogotá" ("algún espigado niño juglar ha tomado las antorchas y con tres golpes de muñeca ha puesto en movimiento el orden del universo") o los dos misteriosos versículos de "Según la narración de los pájaros": "En el invierno del mundo, el caminante sólo llega donde ya está. / En el verano, abandona el lugar donde nunca estuvo".