Image: Poesía completa (1953-1991)

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Poesía

Poesía completa (1953-1991)

CLAUDIO RODRÍGUEZ

21 noviembre, 2001 01:00

Tusquets. Barcelona, 2001. 377 páginas, 3.000 pesetas


Un poeta que creyó que la poesía es revelación de la realidad. Claudio y su gran poesía de la tierra y del sentir, un poeta nunca pesimista, pues no puede serlo quien se une al ciclo vital de la naturaleza, brillante y oscura

La historia de Claudio Rodríguez -Claudio a secas, para casi todos- es bien conocida. Un joven zamorano que apenas lleva un año en Madrid estudiando Filosofía y Letras, se presenta en 1952 al entonces muy prestigioso premio Adonais y lo gana. Ese libro, que se publica en 1953, cuando Claudio tiene 19 años, se llama Don de la ebriedad. Claudio Rodríguez será con el tiempo uno de los miembros de la hoy aclamada Generación del 50, que entonces se formaba como tal en Barcelona -según ha contado Carmen Riera- y que de hecho en ese momento no existía. Me consta que Claudio nunca creyó mucho en las generaciones sino en los amigos, y estuvo siempre vitalmente lejano al grupo de Barcelona. Claudio era un hombre sencillo e iluminado al que le gustaba recorrer los ámbitos nocturnos y hablar con la gente marginal, para la que tenía un singular don de entendimiento. Don de la ebriedad -un gran éxito- abrió a Claudio a ese ámbito de la poesía donde el realismo se funde con una voluntad de trascendencia que sólo puede llamarse metafísica si le retiramos a la palabra sus connotaciones intelectuales. José ángel Valente -otro compañero de Generación, con quien Claudio coincidió como lector en Inglaterra en los primeros años 60- llegó a una poesía metafísica, honda, de básico sentido intelectual en algunos de sus libros. Claudio Rodríguez estaba en camino paralelo y opuesto. ¿Quién diría que su último libro, Casi una leyenda (1991), para muchos el más metafísico o irracionalista, es un libro intelectual?

Algunos maldecidores han creído que a Claudio se lo comparaba con Dylan Thomas sólo por actitudes vitales, entre las que no faltó cierta propiedad desordenada o dipsómana. Pero no es así. Ambos fueron, en sendas distintas, poetas de la tradición chamánica, poetas dotados con la posibilidad de entrar dentro de las cosas y los seres, de hablar, diríamos, desde el corazón de la materia. Recuerdo que en una lectura suya, en la madrileña Residencia de Estudiantes, Claudio leyó un hermoso poema de su segundo libro Conjuros (1958) -título más que significativo en la línea antedicha- titulado "A mi ropa tendida". Claudio explicó, antes de leerlo, que en aquella época, "mi maestro Vicente Aleixandre" le dijo que el poema se entendería mejor con un subtítulo, que Claudio aceptó: ("el alma"). Aleixandre, nada sospechoso de no haber militado en el irracionalismo poético, buscaba entonces la claridad dentro del misterio. Agregó Claudio: "Hoy no le hubiese hecho caso". Tenía razón. Ese poema no necesita subtítulo. Véase este verso quebrado: "¡Ved mi ropa/ mi aposento de par en par!". La ropa tendida -que no deja de ser ropa tendida al sol- es el corazón vivo del poeta, que se renueva y limpia en el contacto con la naturaleza generatriz que representan las tierras del Duero, aquellos campos alrededor de Zamora, que Claudio tanto caminó y tanto quiso...

Es posible que el mejor Claudio -el más cenital, el más acorde entre la realidad y su natural trascendencia- esté en Alianza y condena de 1965 (¿cómo no recordar aquel magnífico poema "Brujas a mediodía"?) y en El vuelo de la celebración de 1976. (Y recuerdo entonces otro gran poema, mágico en su sencillez, "Ballet del papel"). Pero fue, poco después, al borde de los años 80, cuando Claudio, que para algunos se había quedado -pese a esos libros- en poeta de noche y Café Gijón, empezó a ser cada día más considerado, hasta morir prematuramente -en el verano de 1999- en olor de santidad poética. Pues Claudio fue como nadie un poeta puro o un puro poeta, sin nada que ver con la etiqueta guilleniana. Bienvenida la noche con su peligro hermoso... A falta de inéditos, de algunos poemas de un libro en preparación que Claudio dejó inconcluso, aquí está la poesía entera de Claudio. No es la primera vez que se reúne (la primera fue en 1971, con largo prólogo de Carlos Bousoño). No sé si la última -antologías aparte- sería Desde mis poemas, hecha por el propio Claudio y cuya edición más completa es de 1990. Pero entonces era una obra en marcha, aunque lentamente. Hoy sí es ya completa, y Clara Miranda -la mujer de Claudio- ha optado por dar el tomo al lector y no al crítico. Por ello -avisa Clara- no se dan las primeras ediciones, sino las últimas que el propio autor dio por buenas. Por ejemplo, Alianza y condena aparece según la edición de 1995, que Claudio revisó y redistribuyó. Pocos cambios en lo esencial. Un poeta que creyó que la poesía es revelación de la realidad, y que esa realidad va más lejos de la estrictamente visible. Claudio Rodríguez y su gran poesía de la tierra y del sentir, un poeta nunca pesimista, pues jamás puede serlo quien se une al ciclo vital de la naturaleza, brillante y oscura.