Image: Libro de familia

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Poesía

Libro de familia

JOSÉ IGNACIO FORONDA

19 diciembre, 2001 01:00

José Ignacio Foronda

Hiperión. Madrid, 2001. 90 páginas, 1.000 pesetas

Generalmente los aciertos y los desaciertos de un poeta tienen el mismo origen, y los segundos suelen ser condición necesaria para que se produzcan los primeros. José Ignacio Foronda es uno de los nombres más destacados de la "escuela de Logroño", de la que forman parte, entre otros, el editor y poeta casi secreto Alfonso Martínez Galilea y Paulino Lorenzo. ¿Qué caracteriza a esos poetas? Una rara mezcla de coloquialismo y formalismo, de ironía y pasión. Son poetas con personalidad propia, pero con lecturas en común, discusiones infinitas, los mejores críticos unos de otros. Provincianos universales, conocen a los poetas consabidos y a los que no conoce nadie (aciertan a encontrar la aguja en el pajar verboso de los nuevos nombres o de los infinitos vates latinoamericanos). Todos ellos manifiestan además una rara devoción por Ramón Irigoyen, quien fue su mentor en los primeros ochenta.

A Foronda, poeta de lo cotidiano, le acechan muchos riesgos. ¿No nos parece, en ocasiones, que baja demasiado el diapasón de la poesía, que incurre en excesiva trivialidad y familiaridad, que condesciende con la autocompasión? Un poema como "Corazón de estopa" entremezcla "la curda, el curro, el fútbol" con las "propias miserias/-tonto, cobarde, viejo-", se alarga en exceso, no acaba de dar con el tono adecuado.

Libro de familia recoge poemas escritos entre 1991 y 2001. A juzgar por las muestras anticipadas en revistas y en diversos cuadernillos, la selección no siempre ha sido un acierto: ha prescindido de bastantes de los textos más irónicos. No ha dejado fuera la serie "El salario del funcionario" y por ella aconsejaríamos a los lectores que se adentraran en este libro. En esos poemas encontramos uno de los tonos más personales de Foronda: hay humor y ternura en su mirada al entorno más inmediato; también inteligencia, capacidad de convertir la aparente trivialidad en poesía.

Otro Foronda es el que muestra "La herencia", un poeta que sabe vestir la angustia de diario, que nos ofrece poesía mayor sin levantar la voz, que consigue en "Cenar" uno de esos poemas claros y memorables, cotidianos y misteriosos, escritos en colaboración con Unamuno y con el Manuel Machado de El mal poema (pero sin que se note la colaboración): "Pienso en la muerte cada atardecer,/mientras rizan el cielo/sobre las torres las cigöeñas/y la sopa se enfría en la cuchara". Ese poema bastaría para evitar que a un poeta lo sepulte la riada del tiempo. Son muchos los que están a semejante nivel. "Fuegos artificiales", por ejemplo. O "Los corderos de Justo", con un final que salva de un trallazo lo que de cansino podría haber en la demorada anécdota.

De padres y de hijos, de la vida de todos los días, se habla en este libro. Gusta el autor de los detalles exactos, de los nombres propios, de las minucias que parecerían propias de una autobiografía o de la crónica local. Al principio nos sorprende, y no favorablemente. ¿No resulta excesiva la enumeración de naderías del poema "Tesoro encontrado en una mudanza"? Parece comprensible la irritación de algunos lectores: "un atado de cartas/con las milis de Ernesto,/Cristóbal, Juan y Nano, los exilios/de Nico y los enigmas de Ana;/el pomo de la puerta/del váter del Isopo;/la entrada de un concierto de Neil Young..." Y así versos y versos sin levantar el vuelo, casi como caricatura de las brillantes enumeraciones borgianas.

Hay algo de deliberado ejercicio, de buecar el más difícil todavía, en este empeño de llevar al poema lo menos aparentemente poético: temas locales, buenos sentimientos, vida de todos los días.

No siempre el poeta sale con bien de su empeño. A veces se da una sonora costalada (en la primera parte del libro están las más notables), peor no parece importarle; se levanta, lo intenta de nuevo y cuando menos lo esperábamos, ocurre el milagro. El Dios de Santa Teresa también estaba entre los pucheros; Foronda sabe que la poesía, la verdadera poesía, también está entre la sopa y la ensalada, los pañales de su hija, las mesas de la oficina.